La expresión no es mía, sino del magnífico tuitero chihuahuense Chumel Torres (@ChumelTorres), quien el pasado 19 de abril escribió: “20 encapuchados acaban de entrar a Rectoría de la UNAM. ¿CCHenos?”. Una joya.
Siempre hay que tomar con sentido del humor las cosas, sobre todo las de la política mexicana, incluso cuando lleguen a extremos tan penosos como los de los delirantes encapuchados (no es un término descalificador, es que así se presentaron: con capuchas) que tomaron la Torre de Rectoría con reivindicaciones (de algún modo hay que llamarlas) que en su mayor parte mueven a risa, como aquella de que no saldrán de allí “hasta que se termine la explotación que conlleva el sistema capitalista”.
A ojo de buen cubero, para que se acabe dicho sistema (si es que ello sucede) mínimo deben faltar unos trescientos años, así que ya podemos esperar a que los ocupantes de Rectoría tengan hijos, nietos, biznietos, tataranietos, choznos y lo que le siga… y ahí continuarán instalados, aunque sea en calidad de momias.
La verdad, qué flojera con los métodos sin imaginación que tienen estos chavos. Émulos de los siniestros Miguel Castro Bustos y Mario Falcón, quienes de igual manera se apoderaron de la Torre de Rectoría por allá de los años setenta del siglo pasado, nuestros actuales CCHenos tienen un discurso (de algún modo hay que llamarlo) de un primitivismo ideológico que termina por dar ternura. Juegan a hacer la revolución desde la impunidad que otorga la mal entendida autonomía universitaria y realmente se la creen. Dentro de algunos años, ya plenamente instalados en “El Sistema”, rememorarán estos momentos como quienes recuerdan sus travesuras infantiles.
Por ahora, son adalides de la revolufia socialista (el otro día, una chava que los apoya se echó un discurso contra el rector José Narro que ya lo hubiera querido Rosa Luxemburgo para un domingo en la plaza). Son los CCHenos, tan aguerridos como los de la CETEG de Guerrero, con quienes comparten una misma e ideológicamente impecable estrategia de lucha: romper vidrios.
¡Se ve, se siente, el cristalazo está presente!
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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