Fue decepcionante. Deplorable. Tristísimo. De pena ajena. Una de esas circunstancias que quisiéramos jamás sucedieran y que, sin embargo, suelen repetirse con odiosa asiduidad.
Uno ve algunos anuncios televisivos del gobierno federal en los cuales se nos invita a mirarnos, a nosotros y al país, de otra manera, sin derrotismos, con la idea de que podemos ser un pueblo ganador y en constante progreso (“Casi siempre perdemos en penales: entonces no se puede. Pero hoy somos campeones olímpicos: entonces sí se puede”, nos dice un reciente spot) y terminamos por creérnoslo.
No obstante, lo acontecido el miércoles pasado es algo que no nos permite albergar muchas esperanzas, algo que, para parafrasear a Carlos Monsiváis, no documenta nuestro optimismo.
Porque, quizás ingenuamente, éramos muchos los que pensábamos que las cosas iban a darse con gran facilidad, que dadas las diferencias que existen entre unos y otros, al final acabaría por imponerse la lógica y todo llegaría a un feliz término, a una conclusión que dejara contentos y satisfechos a todos los mexicanos.
Digo, estaban en casa. El resultado tendría que haber sido favorable y sin dejar la menor duda de quién es quién. Pero no fue así. Volvieron a las andadas, a la actitud ratonera, a lo de antes, a lo de siempre a la hora buena.
Explicaciones puede haber muchas y no faltarán las justificaciones de todo tipo. El hecho es que nos volvieron a decepcionar y sobran quienes se sienten traicionados por la falta de enjundia, de coordinación, de argumentos, de espíritu de equipo.
Volvió a aplastarnos el “no se puede”. A pesar de tener en las manos la victoria, al final se dejaron impresionar y fueron incapaces de imponer sus condiciones. De ahí los abucheos del respetable, de ahí las mentadas y los insultos.
Porque esa manera de regresar a la Unidad de Fiscalización del IFE, para su revisión, el dictamen que multaba a la Coalición Movimiento Progresista y ese modo de dejar todo en un salomónico empate de cero a cero entre consejeros y quejosos fue lamentable. Se merecían la Mazaseñal.
(Publicada hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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