martes, 11 de junio de 2013

La Barranca, nuevamente

Desde hace mucho sostengo que si hay un músico que en verdad ha hecho y sigue haciendo algo a lo que podemos llamar rock mexicano, ese es José Manuel Aguilera.
  En la música de Aguilera y de La Barranca existe una esencia mexicana que no es explícita sino implícita, que no es decorativa sino profunda. Estamos frente a un autor que no requiere de tocar cumbias o corridos para decir que hace un rock de tintes nacionales. No: en las composiciones de José Manuel hay un mexicanismo hondo y al mismo tiempo universal, alimentado lo mismo del son y el danzón que del rock, el blues y el folk. Suena a mexicano, pero sin dejar de sonar rocanrolero; suena a rock, pero sin dejar de reflejar una esencia plenamente arraigada en lo nuestro, sin folclorismos baratos.
  La Barranca llega a 2013 con su más reciente disco, Eclipse de memoria (Fonarte), un trabajo que corona la larga trayectoria de Aguilera al frente de su proyecto, por el cual han pasado tantos y tan extraordinarios músicos como los que aparecen en este flamante álbum (entre otros Federico Fong, Agustín Bernal, Alfonso André, Cecilia Toussaint y Daniel Zlotnik).
  Once son los temas que conforman a este, el noveno opus en la obra discográfica del grupo, desde que en 1996 pusiera en circulación al mítico El fuego de la noche. El sonido es el ya clásico de La Barranca, pero esta vez enriquecido por arreglos instrumentales que le otorgan una enorme finura. Hay cuerdas, metales, marimba, piano y por supuesto la guitarra esplendente del propio José Manuel Aguilera. Ahí donde una música tan bella como poderosa brilló en el anterior Piedad Ciudad (2010), ahora la propuesta tiende más a lo melódico y sutil, sin perder su fuerza primigenia. Temas como “El alma nunca deja de sentir”, “Garzas”, “Flores de invierno” o “En cada movimiento” son buenos ejemplos de ello.
  En cuanto a las letras, ahí está la poesía a veces clara, a veces hermética, de Aguilera (“Por entre los cables de luz un cielo lila / cubre lentamente la ciudad enardecida / y no hay nada que tenga sentido / mientras tú te asomas al balcón tras la cortina”).
  Un gran disco, nuevamente.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

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