¿Pero es que de verdad necesitábamos un nuevo disco de Black Sabbath? Peor aún: ¿lo necesitábamos con Ozzy Osbourne de nuevo como cantante y front man? Después de la errática carrera de tan delirante individuo, reality show televisivo incluido, lo que menos se requería en apariencia era, precisamente, un nuevo disco del Sabbath con Ozzy al frente y, sin embargo…
Luego de escuchar 13 (Universal), el flamante álbum del cuarteto (con Tony Iommi en la guitarra y Geezer Butler en el bajo, aunque ya sin Bill Ward en la batería), empiezan a surgir las dudas y a vencerse las reticencias. Porque a decir verdad, el disco no es bueno: es muy bueno.
Los tres sexagenarios metaleros, los abuelos del heavy metal (sus álbumes Black Sabbath y Paranoid datan de 1970) muestran sus dotes musicales como si el tiempo no hubiese transcurrido y fueran los mismos muchachos veinteañeros, nativos de Birmingham, Inglaterra, que escandalizaban a las buenas conciencias de su época con sus canciones y sus presentaciones en concierto.
En 13 todo resulta sorprendente. Desde los sensacionales riffs y solos de Iommi hasta la voz poderosa y recuperada de Osbourne (¡demonios, canta muy bien para la edad que tiene y la vida que ha llevado!), desde los bajeos precisos y contundentes de Butler hasta la calidad de las composiciones, muy cercanas a lo mejor de la producción primigenia del grupo (aunque eso sí, sin igualarla).
Producido por Rick Rubin, el plato presenta temas tan buenos como “End of the Beginning”, “God Is Dead”, “Loner”, “Age of Reason” y “Damaged Soul”, todos ellos altamente disfrutables.
Aunque corrió el riesgo de caer en el mismo ridículo de Aerosmith o Bon Jovi en sus más recientes discos, a mi modo de ver Black Sabbath consiguió salvar la honra y presentar un trabajo muy digno y entrañable, sobre todo para quienes gustan del metal de los primeros años, ese en el cual Osbourne, Iommi, Buttler y Ward (lástima que no haya estado presente en 13) fueron maestros y fundadores.
¡Loor al sábado negro!
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