Volví a leer (es mi tercera vez... ¿o cuarta?) De perfil, de José Agustín, su segunda y estupenda novela. Me encantó haberla leído de nuevo. Me divertí mucho con las aventuras adolescentes de ese narrador anónimo de clase media alta que retrata Agustín con tanta frescura. Volver a sus travesías por una Ciudad de México de mediados de los sesenta que ya no existe y sin embargo sigue existiendo. Y qué decir de la fabulosa Queta Johnson, esa fantasía sexual y amorosa de todos quienes leímos el libro cuando éramos precisamente adolescentes. Hay diálogos de antología, caracterizaciones precisas, aunque ya visto desde la perspectiva de los años, también hay una falla o una lejanía a la hora de retratar a los jóvenes proletarios que viven del otro lado del Viaducto, es decir, en colonias como la Buenos Aires (el personaje principal vive en la Narvarte). Esos personajes de clase baja no resultan muy creíbles y de pronto caen en el estereotipo, con su lenguaje de barrio visto desde una perspectiva clasemediera (para no hablar de si proclividad a la transa y el delito). También otros personajes caen en cierta caricaturización, caso de los amigos seudointelectuales del primo del narrador. Sin embargo, todo eso es peccata minuta al leer la novela completa que para mí, junto con Ciudades desiertas y La Tumba siguen siendo mis favoritas del queridísimo José Agustín.
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