Historia de amor y oscuridad (Siruela, 2002) es un largo libro de más de 900 páginas que se lee en un suspiro. Uno de esos libros que uno quisiera que nunca terminaran, que sus páginas y sus capítulos nos siguieran contando más y más de esa vida que es –y sólo es– la del propio autor. Un libro entrañable, duro, conmovedor, intenso, ejemplar, reflexivo, divertido, con detalles de humor inocente y de humor negro, un libro de una amenidad envidiable.
Hacía mucho tiempo que no me topaba con un libro así de impresionante, así de apabullante y, al mismo tiempo, así de sencillo y humano. Quizá desde que leí Madame Bovary, Los hermanos Karamazov o El rojo y el negro. Porque la forma como Oz nos narra sus años de infancia y adolescencia, durante los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, resulta verdaderamente deslumbrante. No es un relato lineal, tampoco uno que se centre exclusivamente en la vida del escritor. No. También está la vida familiar a lo largo de cuando menos cien años. Las raíces europeas de sus dos familias; la paterna, proveniente de Lituania, y la materna, proveniente de Polonia. Así que tenemos también las historias anteriores a su nacimiento: la de su padre lituano, el serio, estricto, sistemático, estudioso, afanoso, pero simpático, bobalicón y secretamente mujeriego Yehuda Arie Klausner y la de su madre polaca, la culta, encantadora, discreta, elegante, misteriosa, fascinante y suicida Fania Mussman y cómo se conocieron y enamoraron en Eretz Israel, a donde llegaron expulsados de Europa por el nazismo. Y están otras muchas historias de parientes (los abuelos, los tíos y las tías), antepasados, amistades, personajes públicos hebreos, como también el contexto histórico en que se dan la niñez y la juventud de aquel niño tan especial y precoz que era Amos. Gracias a las letras perfectas del autor, conocemos el Jerusalén de los años posteriores al retiro de las fuerzas británicas de Palestina, la contrastante Tel Aviv, el kibutz de Hulda, la relación de amor y odio con los árabes, la arrogancia de los políticos, la hiper intelectualidad de algunos pensadores y poetas judíos.
Historia de amor y oscuridad va intercalando con sabiduría un sinfín de historias que le otorgan un ritmo narrativo que nunca cansa y que hace que uno, como lector, quiera saber más. El libro culmina de manera dulcemente trágica, con un desenlace que conocemos de antemano, aunque no sabemos de qué manera nos será contado y que de todos modos, al llegar a él, nos golpea con tristeza, una tristeza sobria, y sin embargo con cierto alivio.
Una obra maestra de la literatura de todos los tiempos. Qué suerte haberme topado con ella. Qué suerte haberla leído. La voy a extrañar.
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