Ocho meses atrás, más o menos, nos habíamos reunido en Toluca, por una razón importante: la boda de mi sobrina María Fernanda con su esposo Jean Marie (a quienes vi un mes después en París) y el bautizo de su preciosa hija Mathilde. Ayer la reunión se repitió con algunos parientes más y otros parientes menos, sólo que esta vez el hecho ocurrió en la Quinta Guadalupe, en Tlalpan, la casona donde pasé tantos días de mi niñez y mi adolescencia. No hubo más pretexto que el simple gusto de volvernos a ver para comer, beber, charlar y recordar. Ya en mi blog Pretérito imperfecto hablaré alguna vez de las grandes reuniones en la misma casa hace varias décadas, cuando mi abuelita Lupe era el centro que atraía a veintenas de familiares. Ahora estábamos ahí algunos que en aquellos días éramos muy jóvenes y las nuevas generaciones de hijos y sobrinos, aunque también estaban algunos que hoy ya son ancianos pero se mantienen en buen estado a pesar del paso del tiempo. Denisse fue conmigo (iba nerviosilla, a pesar de que la noche del sábado había conocido ya a algunos de mis parientes) y llegamos en metrobús y taxi como a las tres de la tarde. Todo estuvo muy bien y divertido. Ahí estuvieron mis primos Evangelina (La Chiquita, con Sergio, su pareja), Ramiro (con Silvia, su esposa), Gustavo (y su Norma), Martha, Marcela, Marco Antonio y su mujer, María Fernanda y Juan (éste con su linda esposa y sus dos hijitos), mis hermanas Myrna (con Jorge, su esposo) e Ivette, mis sobrinos Gustavo, Priscila, Jimena, Fátima (y su pequeño Gonzalo), Aranxa, Claudia, Marifer (con Jean Marie y la pequeña Mathilde) y mis tías Esperanza, Albertina y Martha (con su hermana Coyo), además de las hijas de Marco Antonio y de mi finado primo José Luis. En fin, éramos un buen de gente. Hubo un momento muy curioso y para mí hasta delirante, cuando mi primo Gustavo encabezó -cual guía de turistas- un tour por la casona, como si se tratara de un museo (de algún modo lo es, ya que fue declarada monumento nacional por el INAH). Digo que para mí fue algo extraño, porque en esa casa pasé cientos de fines de semana a lo largo de casi tres lustros y fue territorio de juegos -en un sótano estaba el infantil club Halcones, tan exclusivo para hombres como el club de Toby-, comidas, fiestas y muchos acontecimientos más. Pero como hacía tanto que no entraba, fue -sí- también como un viaje en el tiempo que pude compartir con mi fascinada Denisse. Ya en la noche, los pocos que quedábamos jugamos con el karaoke que sacó Gustavo. Salimos de ahí a la medianoche y Jorge, Myrna y Leyla nos trajeron hasta mi casa. Fue un domingo en verdad memorable. Lo único que lamento es que mis hijos no hayan podido ir.
Ah, un par de anécdotas con Denisse: 1. Después de comer, todos los presentes nos tomamos una foto juntos y luego de eso, la esposa de Marco me preguntó: "¿Ella es tu niña la más chica?", en referencia a Dení, a lo que le contesté: "Bueno, sí es mi niña..., pero no es exactamente mi niña". De inmediato captó la idea y puso una cara de pasmo que resultó de antología. 2. La tía Coyo llegó a nosotros y como yo estaba ligeramente sudado, luego de darme un beso en la mejilla saludó a Denisse, sin conocerla, y le dijo: "Tu marido ya me dejó su sudor" o algo así. "¡Tu marido!". Vaya cosa. Mi niña y yo nos reímos mucho.
3 comentarios:
andele hasta con bodorrio no salio jaja
Ohhhhh... es una familia muy numerosa..... muy bien.
Que bello, hasta yo me sentí de la familia. Felicidades.
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