miércoles, 18 de agosto de 2010
Un Bicentenario de 189 años
Como que por más que le hago, nomás no me salen las cuentas. A ver, si en este 2010 estamos celebrando de manera oficial el Bicentenario de nuestra Independencia, es decir, doscientos años de ser un país supuestamente libre y soberano, ¿cómo es que la entrada del Ejército Trigarante a la entonces Ciudad de México y hoy Distrito Federal sucedió en 1821, es decir, hace ciento ochenta y nueve otoños? Porque así fue: el 27 de septiembre del mencionado año, el ejército encabezado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, el mismo cuerpo armado que había vencido finalmente a las fuerzas realistas españolas, tomó posesión del país y con ello inauguró nuestra vida como nación independiente del yugo virreinal. Entonces, si la aritmética no me falla, el Bicentenario debería festejarse en 2021, dentro de exactos once añitos, cuando el presidente de la república no sea el actual o el que lo suceda, sino el que le siga a éste y quien estará justo a la mitad de su mandato, en el sexenio 2018-2024 (que júrenlo también será impugnado por un Peje ya bastante chochito, quien pedirá por enésima vez el recuento voto por voto).
Seguramente no soy el primero en hacer notar esta incongruencia, pero no deja de sorprender que todo el mundo, desde el gobierno hasta los medios de comunicación y desde los académicos e historiadores hasta la gente común y corriente, haga caso omiso de algo tan obvio y se disponga a celebrar con mexicana alegría un Bicentenario que no es tal.
Claro que resulta más vistoso y hasta más cabalístico festejar años terminados en cero. O sea, no es lo mismo un 1810 o un 1910 que un 1821 o un 1929. ¿1929? Pues sí, porque en el caso del Centenario (al que por cierto casi nadie pela) tampoco estamos ante algo muy exacto. A ver: el movimiento al que llamamos revolucionario estalló, en efecto, el 20 de noviembre de 1910, pero la victoria del mismo, si es que alguna vez la hubo, no aconteció ese mismo año como para que hoy queramos conmemorar sus primeros cien otoños. De hecho, Francisco I. Madero fue derrotado y asesinado tres años después, por el golpe de Estado de Victoriano Huerta. Luego vinieron los levantamientos contra el Chacal y la tremenda lucha de facciones y de traiciones que llevó a la tumba a Emiliano Zapata, Francisco Villa, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Hasta que la sapiencia mañosa de Plutarco Elías Calles decidió terminar con las pugnas, al fundar, justo en 1929, al Partido Nacional Revolucionario (antecedente directo del PRI) y dar por terminada a la mal llamada revolución (que nunca fue tal) e iniciar la etapa de las instituciones. Ese pues debería ser en todo caso el año que se celebrara: 1929, no 1910. Pero a los mexicanos nos gustan las fechas míticas, aunque no se ajusten a la verdad de la historia.
Así pues, tenemos un Bicentenario de ciento ochenta y nueve años y un Centenario de ochenta y uno. Claro que eso a nadie le importa. Lo chido es festejar y echar desmadre. Lo demás, como siempre, es lo de menos. ¡Salud!
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3 comentarios:
Tiene usted toda la boca llena de su razón. Como siempre, estaremos celebrando la inauguración de algo, llámese autopista, hospital, plaza, avenida, segundo piso de periférico, línea de Metrobús... aunque todos los proyectos terminen chafeando a medio camino o sean suspndios indefinidamente. ¡Qué feo es pensar que eso mismo pasa con el proyecto de Independencia también! Pero bueno, ¡a bailar!
Si, a hechar desmadre que no hay de otra jajaja...¿o si?.
Saludos.
Hola Hugo, una vez este blog manifestaste que la Revolución Mexicana terminó en 1917. Tu fuiste al fuente.
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