martes, 25 de noviembre de 2014

¿Un Pink Floyd innecesario?

Escuchar The Endless River (Rhino, 2014), el nuevo disco de Pink Floyd, me provoca reflexiones y sentimientos encontrados. No puedo decir que no me guste, que me parezca malo o que David Gilmour y Nick Mason no tengan derecho a sacar un álbum bajo el nombre del mítico grupo inglés y sin embargo…
  The Endless River es, según se dice, la obra final de Pink Floyd. No obstante, Roger Waters podría mañana amanecer con ganas de sacar su propio disco pinkfloydiano postrero y nadie tendría por qué reclamárselo. A lo que voy es a que me cuesta trabajo decir que este es, estrictamente, un disco de Pink Floyd. Lo veo más como un plato de Gilmour, con la ayuda de Mason y de varios amigos que poco o nada tienen que ver con el cuarteto que produjo maravillas como Ummagumma, Atom Heart Mother, The Dark Side of the Moon, Wish You Were Here o Animals.
  Cierto que hay ecos de todos esos discos en el nuevo opus, pero yo lo veo más como una continuación de los álbumes sin Waters, en especial, The Division Bell. Aparte, está el hecho de que se trate de una colección de veintiún piezas instrumentales de gran brevedad y con un solo tema cantado (“Louder Than Words”), además de la presencia de gente ajena a Pink Floyd, como Andy Jackson o Phil Manzanera, enormes músicos, pero que a mi modo de ver no deberían estar en un disco de los creadores de A Saucerful of Secrets o Meddle. Quizá me vea demasiado ortodoxo, pero es así como lo percibo.
  En cuanto al trabajo en sí, The Endless River tiene todo el sonido de la agrupación, esas pausadas y enormes olas de sonido con los teclados del fallecido Richard Wright (porque mucho del material utilizado había sido grabado hace varios años) y las inconfundibles guitarras de David Gilmour que de tan inconfundibles de pronto llegan a sonar repetitivas y rutinarias. Insisto, no es un disco malo, pero no sé si era necesario ponerlo en circulación, incluso para sus seguidores más aferrados.
  Tal vez el álbum póstumo de Pink Floyd debió ser The Wall, de 1979. Lo que vino después, ya no fue lo mismo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

1 comentario:

BartoSompson dijo...

ujuesu no se si ya me converti en su clon, pero opino
esencial y practicamente lo mismo sobre este tema.
genialya puedo decir que estudie de pe a pa la discografia de
esta enigmatica agrupacion que para mi que no creci con su musica sino que me la tope en el camino ha resultado fascinante.