Hace unos días, terminé la novela Un día en la vida de Iván Denísovich (publicada originalmente en 1962), de Alexander Soljenitsin, a quien nunca había leído. Para ser sincero, el libro no me entusiasmó. Es un buen relato, lo acepto. Sin embargo, me resultó un tanto lento y tedioso. Todo se limita a narrar –precisamente– un día en la vida en prisión de Iván Denisovich Shujov. El protagonista lleva encerrado ocho años –de una condena de diez– en un campo de trabajo situado en algún lugar de la estepa siberiana. Se encuentra ahí acusado de "traición a la patria". Durante la Segunda Guerra Mundial, Denisovich es capturado por los nazis, pero logra escapar y se reintegra a las filas soviéticas. Sin embargo, hay sospechas sobre él y es señalado como espía de los alemanes. Para evitar que lo condenen a muerte, el hombre acepta las falsas acusaciones y es mandado al Gulag.
Si hubiéramos leído las incidencias que acabo de mencionar, muy posiblemente la novela habría sido apasionante. Pero lo que narra Soljenitsin es únicamente lo que le pasa a Shujov a lo largo de un día en el campo de concentración stalinista donde es recluido, desde que se levanta en la madrugada hasta que llega la hora de dormir. Sí, resulta interesante ver lo que un prisionero tenía que pasar día a día bajo la disciplina carcelaria soviética a principios de los años cincuenta del siglo pasado, pero nada más.
Habría que leer la obra cumbre del autor ruso y Premio Nobel de Literatura en 1970, Archipiélago Gulag (1973), para realmente conocer su grandeza literaria. Tal vez un día lo haga. Tal vez.
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