domingo, 16 de agosto de 2009

Woodstock: lo que no se vio*


2009 es el año del 40 aniversario de la Feria de Música y Artes celebrada en Woodstock, estado de Nueva York, del 15 al 18 de agosto de 1969. Eso es bien sabido y muchos medios alrededor del mundo se han encargado de recordarlo a lo largo de este año. Sobran los textos que hablan sobre lo archiconocido de dicho acontecimiento: que se reunió cerca de medio millón de personas, que Pete Townshend estrelló su guitarra en la cabeza del líder yippie Abbey Hoffman, que la gente se divirtió con la música pero también con las resbaladillas de lodo, que hubo cánticos para exorcizar a la lluvia, que Jimi Hendrix tocó una versión alucinante del himno estadounidense, que Santana fue la revelación de aquellos tres días de amor, paz, pasones y basura, etcétera. No obstante, hay algunos aspectos poco conocidos del festival que valdría la pena rescatar a cuatro décadas de distancia.
Michael Lang se convirtió en una leyenda por ser el organizador principal de aquellas memorables jornadas y es quien más datos guarda acerca de lo que se vivió detrás de los escenarios, en la intimidad del backstage, de lo que no se vio del festival de Woodstock. Así, por ejemplo, en recientes entrevistas para publicaciones como la británica Mojo y otras más, cuenta que se esperaba una afluencia de doscientas mil personas y que las expectativas fueron ampliamente superadas, lo que obligó a dejar entrar a miles de personas de manera gratuita. Esto hizo que las autoridades giraran una orden de detención en su contra, pero logró burlarla con facilidad, “ya que mi aspecto no era el de un ejecutivo de traje y corbata, sino el de un hippie más; así pude mezclarme entre aquellos cientos de miles de iguales, sin que la policía pudiera dar conmigo”.
Lang comenta también que quien estaba programado para abrir el festival era el cantautor folk Tim Hardin, pero dado que en esos días éste tenía serios problemas con las drogas, los organizadores prefirieron no arriesgarse y optaron por Richie Havens como acto inicial, lo cual sin duda resultó un acierto, dada la conexión que el autor de “Freedom” logró de inmediato con el público. Lo irregular fue que Havens debió tocar durante casi tres horas, ya que Country Joe McDonald, el siguiente participante, no llegó a tiempo. Incluso fue necesario echar mano de John B. Sebastian (líder de The Lovin’ Spoonful), quien no estaba programado, pero como andaba por ahí (en medio, por cierto, de un viaje de estupefacientes) accedió a subir con su guitarra acústica para cantar sus hoy famosas (gracias a aquella impensada actuación) “Rainbows All Over Your Blues” y “I Had a Dream”.

The Who y The Grateful Dead no querían presentarse si antes no se les pagaba, por lo que Michael Lang tuvo que negociar con ambas bandas para que aceptaran tocar. “Sí tenía el dinero para liquidarles su parte”, narra Lang, “pero de haberlo hecho, el resto de los grupos me hubiera exigido lo mismo y aquello habría sido desastroso. Entonces les dije que si no actuaban, diría a la gente la razón de ello y ya no se atrevieron a cumplir su amenaza”.
Entre los músicos que no estuvieron en Woodstock pero con quienes Lang hubiese querido contar se hallaban Bob Dylan, los Rolling Stones y John Lennon. Sin embargo, el organizador se convenció de lo bueno de no haberlos buscado, “porque si así hubo medio millón de asistentes, con ellos tres las cosas se habrían desbordado por completo”.
Crosby, Stills, Nash & Young estuvieron a punto de no salir al escenario, ya que Stephen Stills tenía mucho miedo de que el trío hiciera, ante casi quinientas mil personas, la que apenas era su segunda presentación en concierto. Por suerte, finalmente venció sus temores y la actuación resultó memorable (“We’re scared shitless”, se le oye decir en el álbum triple Woodstock). En cambio, los integrantes de Iron Butterfly (sí, los de “In-A-Gadda-Da Vida”) se quedaron sin participar en Woodstock por sus exigencias de divas: “Ustedes envían un helicóptero al aeropuerto, nos trasladan a Woodstock, tocamos de inmediato y nos regresan al punto de origen o no actuamos”. La respuesta fue un contundente “Fuck you!”.
Una última anécdota curiosa (aunque hay muchas más): a Grateful Dead le avisaron en forma intempestiva que debía presentarse tres horas antes de lo establecido y en esos momentos sus miembros estaban en pleno vuelo de LSD. Así y todo, fueron conducidos al escenario y cada vez que su guitarrista Jerry García se acercaba al micrófono, recibía una descarga eléctrica que le hacía exclamar alucinado: “¡Ah, chingá: me pegó un rayo!”.

*Publicado hoy en "El ángel exterminador" de Milenio Diario.

1 comentario:

Perro Zombie dijo...

Cuantas anécdotas y datos interesantes !!! en verdad se le agradecen !!! hasta me hizo recordar los gloriosos años moscosos... bueno, en realidad aquí lo que vengo a desahogar es el hecho de que ya el Woodstock original parece estár a miles de millones de años luz, y no por por minorizar el trabajo de grandes bandas que ahora existen, sino por el hecho de la organización que hay detrás de estas caravanas musicales... no sé, tal vez usted que ha viajado más que este humilde ciudadano... pero en lo que respecta aquí... sólo tenemos el "Marcafon-latino", el "Chesco-fest", el "chela-tón".. y así... a lo que refiero es a la urgencia de que las propias bandas (sobre el escenario) organicen por sus propios medios conciertos masivos y de calidad... y así también la banda (debajo del escenario) hagamos algo por resistir ante tantos Empresa-fest... o ya estoy pensando cómo ruquito amarguetas ??? saludos HGM