sábado, 14 de noviembre de 2009

De abucheos y otros bochornos*


Creo que el primer presidente mexicano abucheado en un estadio fue Gustavo Díaz Ordaz (tan mono él), al inaugurar el Mundial de fut de 1970. Le siguió Miguel de la Madrid, en aquel inolvidable buuuu colectivo del partido inaugural del Campeonato del Mundo de 1986. Ambos casos se dieron en el Estadio Azteca y en medio de más de cien mil gritantes.
Lo que le sucedió el miércoles pasado al presidente Calderón fue algo similar, aunque en chaparrita escala. El estadio esta vez no fue el Azteca, sino el flamante Territorio Santos Modelo de Torreón, inmueble que ese día se inauguraba y que tiene un aforo de treinta mil espectadores, por lo que los decibeles del abucheo para el preciso fueron un poco menores a los que padecieron sus dos antecesores. Eso en lo cuantitativo, porque en lo cualitativo significó exactamente lo mismo: una desaprobación del personaje de marras.
¿Cómo es que hasta hace no mucho tiempo Felipe Calderón, según las encuestas, gozaba de una popularidad superior al sesenta por ciento y hoy se encuentra muy por debajo de eso? La respuesta es obvia: en lo inmediato, por su política económica; en lo mediato, por su afán de lanzarse a una guerra contra el narco que ha demostrado su inutilidad y sus contraproducentes resultados.
Ahora que gente como Jorge G. Castañeda y hasta el mismísimo ex presidente Vicente Fox critican esa decisión –que esta humilde columna cuestionó hace más de dos años (ver mi texto “El narcoapocalipsis”; mayo 19, 2007) –, me parece que es hora de que el presidente reconsidere su estrategia de darle palos al avispero y busque otras soluciones más inteligentes y ajenas a la salvaje violencia cotidiana en la que se encuentra sumido el país.
Tal vez el miércoles pasado no fue abucheado por eso (aunque Torreón es una plaza lastimada por la brutalidad de esta guerra) sino por su política económica, pero de no cambiar el rumbo de su combate contra el crimen organizado, al final de su mandato el presidente Calderón podría recibir algo mucho peor: el abucheo de más de cien millones de mexicanos.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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