jueves, 24 de febrero de 2011
Guillermo
Nos conocimos a fines de los años setenta, cuando entré a trabajar en Editorial Posada. Él llegó unos meses después que yo. Era un chavo de unos dieciocho años, yo tenía veinticuatro. Creo que había tenido problemas escolares y su papá lo obligó a empezar desde cero, como una especie de office boy o hacelotodo. Su papá era el dueño de la empresa y llevaban el mismo nombre: Guillermo Mendizábal. De don Guillermo Mendizábal Lizalde escribiré en otra ocasión, en mi blog Pretérito imperfecto. Es de Guillermo Mendizábal Rico, su hijo, que quiero hablar esta vez. La razón es muy triste. A principios de noviembre del año pasado, me encontré en la calle con el hermano mayor de éste, Fernando, quien me dijo que Guillermo estaba muy mal de salud y que lo iban a operar en esos días. Me dio su tarjeta, pero la extravié y ya no lo pude llamar para saber qué había pasado. Ayer estaba yo en un café internet y Fernando apareció ahí. Nos saludamos, le pregunté por Guillermo y me dejó helado cuando me dijo que éste había fallecido, el 20 de noviembre pasado. No lo pude creer. Murió de hepatitis. Tenía cuarenta y nueve años. A decir de Fernando, estaba tan mal que fue lo mejor que pudo pasar. Nos despedimos y yo me quedé ahí, frente a la computadora, sin saber qué pensar. Recordé todo lo que viví con Memo, sobre todo en mi segunda época en Posada, a principios de los ochenta, cuando su papá lo nombró director editorial y Guillermo me buscó para ofrecerme la dirección de la revista Natura, de la que un par de años antes había sido yo jefe de redacción. Fue ahí que se dio realmente nuestra amistad, en el equipo en el que estaban también Amador Guillén y Ricardo Rubio. Trabajamos juntos dos o tres años, hasta que hubo una crisis interna de la que también escribiré en su momento y que hizo que Editorial Posada prácticamente desapareciera.
Durante años nada supe de Guillermo, hasta que ya en este siglo me lo encontré dos o tres veces cerca de mi casa. Me dijo que se había divorciado y que vivía solo. Supe que daba cursos y talleres de narrativa y que tenía un blog (El microbio terrible). Quedamos en vernos para platicar, pero nunca lo concretamos y hoy lo lamento. Era un muy buen tipo. Su padre, don Guillermo, toda una leyenda de la industria editorial mexicana, a la altura de un Julio Scherer García (de quien era gran amigo y llegó a ser socio en los primeros años de la revista Proceso), había fallecido en 2002 (en la foto de abajo, se puede ver a don Guillermo y a sus dos hijos varones -su hija Ana, la más chica, no aparece en la imagen. Guillermo es el güerito de lentes). Hoy los dos Guillermos están juntos. Los recuerdo con muchísimo afecto por todo lo que me apoyaron e hicieron por mí en su momento. Es una situación muy triste.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
El leer esto que escribiste, me hizo recordar tambien a estas 2 entrañables personas, papá e hijo, con quienes trabaje de 1985 a 1990 en la calle de la otra banda alla en san angel
Que Dios los tenga en su gloria
Yo recién me entero de la importancia de don Guillermo Mendizábal, hay tanta gente a quienes les debemos muchas de las libertades que podemos vivir actualmente, con todas las acotaciones que se les pueda hacer.
Gracias por escribir estas palabras, muy orientadoras
Publicar un comentario