Antes,
los más espectaculares escándalos, esos que mantenían a la opinión pública
mexicana en vilo, provenían del mundo de la farándula. Más tarde, fueron los
políticos quienes se adueñaron de tales terrenos, gracias a su gusto por las
notas rojas, rosas y amarillas. Hoy, sin embargo, son los jefes del crimen
organizado los que acaparan tiempos en pantalla para contar sus dudosas
hazañas, con un desparpajo y un cinismo dignos de los más conspicuos miembros
del star system. Lo que es la lucha
por el rating. Ni hablar.
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