sábado, 17 de diciembre de 2011

Las dos pesadillas de Calderón*

Enfrascados como estamos en temas políticos como la falta de cultura libresca de Enrique Peña Nieto, la inefable república del amor de Andrés Manuel López Obrador o las cinco-precandidaturas-cinco-que-no-hacen-una de los pobres panistas y su flaquísima caballada (“Todos somos prole”, ha dicho Ernesto Cordero), no hemos pensado en algo que ocurrirá en menos de un año; para ser precisos, el 1 de diciembre de 2012.
  Ese día, el mandatario saliente deberá entregar la banda tricolor al mandatario entrante, mismo que a decir de encuestas y tendencias no podrá ser otro que el candidato del PRI o el candidato de las llamadas fuerzas de izquierda.
  El presidente Felipe Calderón ya debe haber pensado hasta la náusea en los dos escenarios que le esperan y ambos deben resultarle de franca pesadilla. Porque no se trata de un caso de política ficción. Es un hecho que tendrá que darse, ya que así lo marcan las leyes. Imaginemos esa mañana, dentro de exactas cincuenta semanas (el cambio de gobierno caerá en un sábado como hoy) y preguntémonos:
  1: ¿Qué va a sentir Calderón al poner en manos de Peña Nieto la estafeta presidencial, luego de largos meses de oponerse ferozmente a la maquinaria priista y de haber hecho todo lo que estuviera a su alcance con tal de evitar la llegada a Los Pinos del ex góber copetoso?
  2: Peor aún: ¿cómo será la ceremonia en la que, de manera tan constitucional como inevitable, don Felipe deba ceder la primera magistratura nada menos que a quien durante seis años lo tildó de espurio e ilegítimo y exaltó a sus fanatizados seguidores para que llenaran de improperios, un día sí y otro también, al actual jefe del Ejecutivo?
  Vaya par de escenarios de espanto para Calderón, sobre todo porque no hay manera de evitarlos: uno de ellos tendrá que suceder, llueve o truene. Son los gajes del oficio.
  ¿Cuál será el menos terrorífico de los dos? ¿Cuál el menos intimidante? ¿Si estuviera usted en los zapatos del presidente, qué preferiría? La neta, yo le pediría un justificante médico al secretario de Salud, me reportaría enfermo… y ai que se hagan bolas.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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