jueves, 9 de abril de 2015

Sixto Rodríguez: la invención de un mito

Ilustración: Sandoval.
“Es mejor que Bob Dylan”, me dijo un amigo. "Tienes que escucharlo, pero sobre todo tienes que ver Sugar Man, la película en la que se cuenta su historia", concluyó. Muy bien. Escuché su música y vi el documental de marras, dirigido por Malik Bendjelloul, en el que se narra la accidentada saga de este cantautor estadounidense de origen mexicano, contemporáneo de Dylan, ciertamente, quien tuvo un éxito fenomenal en Sudáfrica, durante la guerra contra el apartheid, ya que quienes combatían al régimen racista de ese país tomaron varias de las canciones de aquel hombre, en especial las de su álbum Cold Fact de 1970, para convertirlas en himnos combatientes, en cantos de lucha. Fue de ese modo que Sixto Rodríguez (quien comenzara su carrera con el nombre de Rod Riguez) se convirtió en leyenda para los sudafricanos, mientras que en su propio país, los Estados Unidos, nadie sabía de su existencia.
  La historia es muy bonita y la peli la cuenta de manera conmovedora. Tanto que los espectadores terminan por aceptar que las canciones de Rodríguez eran tan buenas, pero tan buenas, que superaban en calidad musical y poética a las de Mr. Robert Zimmerman. ¿Te cae?
  Seamos objetivos y no nos dejemos llevar por los sentimientos que despierta el documental, con todo y que haya ganado un premio Oscar. Yo sé que lo políticamente correcto sería alabar a Rodríguez y decir que es un genio desconocido y que su descubrimiento ha sido tan importante como el de la penicilina y hasta el del continente americano, pero si nos centramos en las composiciones del buen Sixto, encontramos que están bien hechas, bien estructuradas, con arreglos decentes, que las letras son buenas, pero no hay en ellas, en las canciones, algo extraordinario, algo fuera de serie, algo cercano al genio, como sí lo hay en las de Dylan, en las de Tom Waits o en las de Leonard Cohen, por ejemplo.
  Sé que es odioso comparar, pero pongamos una canción emblemática de Rodríguez, como “Sugar Man”, frente a “Like a Rolling Stone” de Dylan, “Heart of Saturday Night” de Waits o “I’m Your Man” de Cohen. No hay forma de equipararlas. Vamos, el méxico-estadounidense ni siquiera se aproxima a un Donovan, una Joni Mitchell, un Country Joe McDonald, un David Crosby o un Neil Young. Si acaso, estaría a la altura de Don Mclean (el de “American Pie”) o de Neil Diamond.
  La fama de Sixto Rodríguez viene más de su singular historia personal (quién sabe qué tan mitificada) y sobre todo de la película de Bendjelloul. Pero artísticamente, se trata de un músico mediano, aceptable, simpático. Un hombre de azúcar.

(Texto que iba a salir publicado en la revista Mosca No. 10 que ya no vio la luz. Lo rescato con todo y la gran ilustración de mi querido y magnífico Ricardo Sandoval)

1 comentario:

BartoSompson dijo...

Se extraña a la mosquita, asi este articulo lo podria leer y releer cuantas veces quisiera en el baño.