Tacoma, en el lluvioso estado de Washington, no parecía ser el lugar ideal para formar un grupo de rock, mucho menos a principios de los años sesenta de la centuria pasada. Pero si los inicios musicales de Frank Zappa tuvieron lugar en un sitio perdido de nombre Cucamonga, qué más daba empezar en otro llamado Tacoma. Finalmente, lo único que se requería era que se juntaran cuatro o cinco mozalbetes en edad adolescente que más o menos supieran tocar algún instrumento (de preferencia guitarra, bajo, teclados, batería o saxofón) y más o menos pudieran cantar (al menos uno o dos de ellos). Luego sería cosa de ir interpretando algunos de los éxitos del rock n’ roll y el rhythm n’ blues de la época y tal vez comenzar a tocar material propio. Para ensayar, podrían reunirse en el garage de alguna casa y una vez que hubiesen puesto diez o doce canciones, irse dando a conocer.
Esta receta fue más o menos seguida en 1963 por Larry Parypa (guitarra y voz), Andy Parypa (bajo), Jerry Roslie (teclados y voz), Rob Lynd (sax) y Bob Bennett (batería), quienes de manera casi natural comenzaron a tocar de una manera fuerte, ruidosa y agresiva, tomando a Little Richard como su modelo a seguir. Bennett golpeaba los tambores con furia y Larry Parypa hacía lo propio con la guitarra, mientras que Roslie descubrió que además de hacer sonar su piano eléctrico de un modo muy rocanrolero, podía cantar de manera ruda y provocativa.
Poco a poco, The Sonics (que así se bautizaron) fueron teniendo un sonido propio, sin imaginar que al mismo tiempo estaban creando toda una escuela que habría de influir a muchas agrupaciones en un futuro aún inimaginado y distante. No tardaron mucho en hacerse de renombre en la costa del Pacífico norte de los Estados Unidos y la oportunidad de grabar un primer disco de dos canciones, en 45 revoluciones, se presentó en 1964, con el modesto sello local Etiquette Records.
Para su sorpresa, el extended play se convirtió en un éxito rotundo, primero en su región de origen y más tarde en un área cada vez más extendida, aunque sin llegar a cubrir todo el país. Su primer sencillo era un tema original, oscuro y hasta un tanto ominoso, llamado “The Witch”. En el lado B venía un vertiginoso cover de Little Richard: “Keep a Knockin’”. Debido al buen recibimiento del disco, pronto grabaron un segundo EP con la también original “Psycho”. El nuevo tema pegó tanto que la disquera no lo dudó un instante más y el grupo entró al estudio para grabar un LP que aparecería en 1965 con el título de Here Are the Sonics!!! que, a pasar de su primitiva y casi diría rudimentaria producción, hoy se considera como la piedra de toque del rock de garage y antecedente de lo que años después harían agrupaciones como MC5, The Stooges, Ramones, Misfits y Social Distortion, entre muchas otras.
Aunque los Sonics grabarían un par de álbumes más (Barton, Boom e Introducing the Sonics, en 1966 y 1967 respectivamente), no tuvieron mucha fortuna y la agrupación terminó por disolverse. Parecía que al final sería una banda más del montón y que su recuerdo se perdería sin remedio. No obstante, a principios de los noventa, con la explosión del movimiento grunge, grupos como Nirvana o Mother Love Bone, entre otros, reivindicaron a sus antiguos coterráneos y los Sonics fueron rescatados del olvido para transformarse en un conjunto de fervoroso culto, ya no sólo en la costa del Norpacífico, sino a lo largo y ancho de los Estados Unidos e incluso más allá de sus fronteras.
Ya en pleno siglo XXI, para ser precisos en 2012, sucedió algo inesperado: la marca de camionetas Land Rover sacó un anuncio televisivo con una canción de los Sonics como fondo, un tema con un riff irresistible y que en su momento no había sido debidamente apreciado: “Have Love Will Travel”, composición de Richard Berry (el mismo que escribió ese clásico que es “Louie Louie”). La pieza logró de pronto una gran popularidad, más aún cuando los Black Keys la incluyeron en su repertorio en una versión igualmente buena, y entonces tres de los miembros originales del quinteto, Larry Parypa, Jerry Roslie y Rob Lynd decidieron reunirse y grabar un nuevo disco a finales de 2015, ¡cincuenta años después de su álbum debut!
This Is the Sonics (Revox, 2015) es un discazo de principio a fin y a pesar de que los tres antiguos integrantes ya rebasan los setenta años, suenan como si siguieran en sus veintitantos, con un poder y una energía francamente envidiables. Escúchense canciones tan buenas como “Be a Woman”, “Bad Betty” o sus versiones a “I Don’t Need No Doctor” de Ray Charles y “The Hard Way” de los Kinks. Todo un manjar. Un más que digno regreso de los padres del garage rock.
¿Qué es el garage rock?
Claro antecedente en lo musical del punk de la década de los setenta (aunque no con la actitud irreverente y provocadora de éste), el rock de garage tuvo sus orígenes en los Estados Unidos y Canadá a principios de los años sesenta, con agrupaciones como The Shadows of Night, The Count Five, Question Marc & the Mysterians, The Leaves, The Blues Magoos, The Standells, The Outcasts, The Others, The Squires, The Music Machine, The 13th Floor Elevators, The Seeds, The Electric Prunes, The Trashmen, The Kingsmen y, por supuesto, The Sonics (algunos historiadores del rock consideran que MC5 y the Stooges también entran dentro de esta categoría).
Se trataba de conjuntos que se reunían de manera casi espontánea para ensayar en los garajes de las casas suburbanas y tratar de imitar a grupos británicos como los Rolling Stones, The Who, The Pretty Things, los Animals y los Kinks. Pero como en general las habilidades vocales e instrumentales de sus miembros eran más bien limitadas y no pasaban de cuatro o cinco acordes a lo sumo, su sonido era más seco y más crudo.
En su mayoría, los grupos garageros no trascendieron en su momento a nivel nacional y mucho menos internacional y no lograron producir grandes hits, salvo el caso de The Trashmen, con “El surf del pájaro” (que años después regrabarían los Ramones), y The Kingsmen, con la archiversionada (si se me permite el terminajo) “Louie Louie”.
Aunque entre 1963 y 1968 el garage no logró convertirse en un movimiento por sí mismo, dado que los grupos que lo conformaban estaban dispersos y en realidad ni siquiera tenían conciencia de lo que los hermanaba, cuando surgió el punk, a mediados de los setenta, las garage bands (sí, como la aplicación para grabar de Apple) fueron revaloradas y sus aportaciones retomadas ideológicamente por grupos como los Sex Pistols, The Clash y los ya mencionados Ramones.
El rock de garage ha tenido diversos revivals a lo largo de los años, pero sin alcanzar la pureza y autenticidad de sus origenes sesenteros. Incluso podríamos decir que gente como los Strokes o The White Stripes viene de ese género tan espontáneamente surgido y que demostró por vez primera que para hacer buen rock no se necesita tanto del virtuosismo como de las ganas de expresarse. Eso que algunos llaman la actitud.
(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)
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