Hoy cumplo 25 días de cuarentena. La inicié, un poco sin proponérmelo, el sábado 14 de marzo, luego de que un día antes hiciera el trámite para activar mi tarjeta de débito en el Banorte de Santa Úrsula. Desde entonces, no he vuelto a utilizar transporte público y no he salido más allá de la caja del banco del Bajío (a dos cuadras del condominio yendo hacia el oriente) o de la farmacia Guadalajara (a tres cuadras al poniente), ambas sobre Insurgentes Sur. De hecho, no me ha tocado subirme al metrobús en la remosada estación "Ayuntamiento" que reabrió el día de mi cumpleaños.
Lógicamente, no he visto a amigos o familiares en persona, sólo a mi mamá (obvio, todos los días) y a alguno que otro vecino.
¿Cuánto más se alargará la cuarentena oficial? Por decreto, termina el 30 de abril, pero es casi seguro que la van a alargar quizás un mes más.
En fin, aquí estoy confinado en la casa. No ha sido difícil, porque casi siempre estoy aquí y salgo poco, aunque sí me perdí de celebrar mis 65 años con algunas amigas que seguramente habrían venido a verme o con las que habría ido a comer o a tomar un café. Pienso en Paulina, en Dani, en Mónica (tuvimos que suspender las clases de inglés y francés), en Angie que regresó de Estados Unidos a mediados de marzo y muy posiblemente en dos o tres más. He hablado con ellas por teléfono o por alguna red social, lo mismo que con mis hijos, mis hermanas, Rosa y algunos amigos.
Sólo espero que el país no caiga en el desastre de salud y en la catástrofe económica que muchos vaticinan y que López Obrador y los suyos niegan. Ojalá, por esta vez, tengan ellos razón.
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