Las imágenes no mienten. Desde el primer tiempo del partido entre las selecciones de México y Honduras, el tal Caballeros (un negrote igualito al actor Tracy Morgan de Saturday Night Live) se la pasó molestando al número 10 del Tri. El defensa hondureño se le acercaba a Cuauhtémoc por detrás (primer motivo), le paraba la trompa (segundo motivo), le decía cosas sucias (tercer motivo) y para colmo le lanzaba besitos (cuarto motivo). La verdad es que no sé cómo el Cuau aguantó tanto y fue hasta el segundo tiempo que no pudo más y le soltó un merecidísimo codazo en la boca del estómago.
La crítica se ha cebado contra Blanco por su falta de profesionalismo, su carácter explosivo, etcétera. ¿Qué querían? ¿Qué se hubiese volteado (en todas las acepciones del término) para plantarle un besazo al moreno? No manchen. El ex americanista podrá ser todo lo que ustedes digan (corriente, grosero, burdo, guarro, nacazo) pero de que es un hombre hecho y derecho, varias actricitas de Televisa pueden dar fe ante notario público.
Yo, en su lugar, no sólo hubiera propinado un codazo, sino que habría defendido mi hombría mínimo con una patada a la espinilla, un upper cut a la barbilla y un rodillazo en salva sea la parte del hombre de color… negro (como dirían Les Luthiers con su maravillosa incorrección política).
Nadie debe culpar entonces a Cuauhtémoc Blanco por la mala marcha del seleccionado mexicano (¡los ratones verdes han vuelto!) que mañana se enfrenta (¡gulp!) a Costa Rica. Es como si culpáramos al EZLN porque al sup Marcos se le ocurrió publicar un libro de textos eróticos —Noches de fuego y desvelo (sic), de a 900 pesos cada ejemplar, bara bara— o responsabilizáramos al arte musical por el retorno del grupo Caló (¿acaso no era suficiente con el regreso de Timbiriche?)
Con tantísimos sobresaltos, ¿cómo quieren que los mexicanos además nos preocupemos por la guerra contra el crimen organizado?
Digo, tampoco abusen.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.
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