domingo, 26 de junio de 2011

Cincuenta años de twist*


"¡San Antonio fue donde yo aprendí el twist y cómo se baila... y si quieres tú aprender el twist, también irás a San Antonio!". Las voces de las inefables, fresísimas e híper púdicas Hermanas Jiménez resonaban en las bocinas de la enorme consola que adornaba la sala de aquella casa. Desde un rincón, un niño de seis años atestiguaba cómo sus primas quinceañeras bailaban con sus novios y amigos y con cierta discreción trataba de imitar sus peculiares movimientos. Las piernas se movían en un bamboleo marcado por el deslizamiento de los zapatos en el piso de mosaico, en tanto las rodillas se flexionaban para hacer que tronco y caderas subieran y bajaran, mientras que los brazos iban de un lado a otro en alegre sincronía. Era 1961. Aquel niño era yo y la música que hacía bailar a los comensales en dicha fiesta era el ritmo de moda, recién desempacado de los Estados Unidos y que recibía el nombre de twist.
Los primeros tres o cuatro años de la década de los sesenta fueron nefastos para el naciente género del rock ‘n’ roll, el cual había surgido en 1955 y había sufrido un súbito enfrenón cuatro o cinco años más tarde, con las muertes de Buddy Holly y Eddie Cochran, el encarcelamiento de Chuck Berry, el primer retiro voluntario de Little Richard y el ingreso al ejército de Elvis Presley. Vino entonces la embestida de los cantantitos de baladas (desde Pat Boone y Neil Sedaka hasta Connie Francis) y el surgimiento de varios ritmos que trataban de suplantar y borrar de la faz de la Tierra al pecaminoso rocanrol. Entre ellos estaba uno que trivializaba no sólo a las letras cargadas de velada (o abierta) sexualidad del rock, sino a la manera misma de bailar de los jóvenes.
El encargado de difundir este ritmo era un cantante negro, cachetón y regordete que respondía al nombre de Chubby Checker, quien con temas como “The Twist” o “Let’s Twist Again” invadió las listas de popularidad y puso a danzar a media humanidad. A diferencia del rock ‘n’ roll que se bailaba con movimientos rápidos y violentos, mismos que implicaban un constante contacto físico de las parejas, en el twist cada danzante se movía por su lado, sin tocar jamás a su contraparte. Por eso fue tan bien aceptado por las buenas conciencias de la época. Si Chuck Berry era el diablo, Chubby Checker resultaba un inofensivo y bobalicón angelito.



En México, el twist entró como un vendaval, gracias a la radio y a programas de televisión como Premier Orfeón. Aquí también se habían terminado los grupos rocanroleros y la moda eran los baladistas como Enrique Guzmán, César Costa, Angélica María o María Eugenio Rubio, pero si las Hermanas Jiménez lograron la popularidad con “San Antonio Twist”, otros más muy pronto se sumaron al carro. De ese modo, el propio Guzmán grabó “Florida Twist”, los Johnny Jets hicieron lo propio con “La gallinita twist” y hasta Julio Alemán (¡horror!) se puso a cantar “El twist de la mermelada” en la película Una joven de 16 años de Gilberto Martínez Solares. Por supuesto no faltaron nuevos grupos con nombres como Los Twisters, Los Twist Masters o Los Twistniks (sic). También el cine mexicano, en su época más moralista, se encargó de aprovechar el nombre de aquel ritmo con cintas como Twist, locura de juventud, filmada en 1962 por Miguel M. Delgado, con las actuaciones (es un decir) de Enrique Guzmán, Rosita Arenas y Los Locos del Ritmo, quienes interpretaban “La Cucaracha twist”.
Dice Federico Arana en su imprescindible libro Guaraches de ante azul que “al son de ‘es tan fácil que cualquiera puede bailarlo’, la nación entera se aplicó a ejecutar los que, según Arthur Murray, eran los pasos fundamentales del twist: básico, hacia adelante, hacia atrás, de lucimiento, de patinador, de gallo, de barrido, de machucada y volador”.
Ahora que se cumple medio siglo del surgimiento del twist, habría que dejar en claro que, contra lo que algunos seudo especialistas piensan, jamás se trató de un género (como lo son el blues, el jazz, el soul o el propio rock), sino de un simple ritmito bailable que sería sucedido por otros como el jerk, el surf, el a go-go y otros tantos, cuyos nombre se han perdido en el hoyo negro del olvido. Con todo, la nostalgia que campea siempre por doquier hace que constantemente se recuerde al twist y que se le rindan homenajes como el de aquella célebre escena en Pulp Fiction de Quentin Tarantino, cuando John Travolta y Uma Thurman bailan el tema “C’est la vie (You Never Can Tell)” de Chuck Berry, con pasos combinados de twist, surf y a go-go.
“¡Bailen todos este Florida twist, todo el mundo baila siempre Florida twist!”.

*Publicado el pasado domingo 12 de junio en "El ángel exterminador" de Milenio Diario.

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