sábado, 4 de junio de 2011
Nostalgia de la cargada*
Las cosas ya no son como solían ser. En los viejos tiempos que hoy tantos añoran, cada vez que se producía el destape del futuro presidente de la república, las huestes políticas se movían en automático y los búfalos acudían en manada a la casa del afortunado, a fin de felicitarlo, cantarle sus canciones favoritas y ponerse a sus órdenes para lo que se pudiera ofrecer. Los medios cubrían con profusión tal acontecimiento y aunque alguna vez se produjera algún error (como aquel día de 1987 en el cual se desató el rumor de que el bueno para la grande era Sergio García Ramírez, cuando en realidad era Carlos Salinas de Gortari, por lo que varios políticos madrugadores se quemaron feamente), lo normal era que todo transcurriera sin contratiempos. Aquello se llamaba, dentro del vocabulario picaresco de la polaca mexicana, la cargada.
Qué tiempos aquellos, se habrá dicho en sus adentros Felipe Calderón cuando hace unos días decidió destapar, mediante el más clásico y folclórico dedazo, al secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, como su gallo para las elecciones presidenciales del año próximo.
Pero he aquí que la cargada panista no fue como la cargada priista acostumbraba ser. Nada de movilizaciones multitudinarias de las fuerzas vivas. Nada de matracas, serpentinas, mariachis y abrazos cómplices. Nada de masiva cobertura periodística en la residencia del precandidato en ciernes. Nada. Bueno, apenas el apoyo de unos cuantos simpatizantes grises y poco entusiastas. Aburridones, pues.
Lo peor del asunto es que varios miembros del PAN, quienes se consideran con méritos suficientes como para aspirar a la candidatura de su partido, no se disciplinaron ante la decisión de Calderón y comenzaron a alebrestarse. Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel, Alonso Lujambio y hasta el góber de Jalisco (Emilio González) y el clon de Fernando Rivera Calderón (Javier Lozano Alarcón) ya dijeron que, a pesar de los pesares, van a pelear por la nominación blanquiazul.
La cargada está triste, ¿qué tendrá la cargada? No cabe duda: las cosas ya no son como solían ser.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.
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