jueves, 23 de octubre de 2014

Los ochenta de Leonard Cohen

Ahora que Leonard Cohen se ha convertido en orgulloso y ejemplar octogenario, cabe decir que no sólo se trata de un gran músico y un enorme poeta, sino que la edad lo ha convertido también en un agudo filósofo y un hombre tremendamente sabio.
  Para autoconmemorar sus ochenta otoños, este canadiense nacido en Montreal, Canadá, el 21 de septiembre de 1934, acaba de poner en circulación el álbum Popular Problems (Columbia/Sony), su decimotercer disco en estudio, una breve colección de nueve canciones que en escasos treinta y seis minutos sintetiza de una y muchas maneras lo que ha sido una vida fructífera, una existencia intensa, una biografía tan apasionada como apasionante.
  Después de la maravilla que fue su Old Ideas, Cohen retoma mucho del espíritu crepuscular de ese disco de 2012 y vuelve a abordar temas que tienen que ver con su edad y sus perspectivas desde la vejez, aunque esta vez sin tanto énfasis en la enfermedad y la muerte como el que había en su antecesor. Musicalmente, también repite su idea de escribir composiciones austeras, de pocas variantes armónicas, con vocalizaciones que fluctúan entre el canto y la recitación y, de nueva cuenta, con esos coros femeninos que cumplen una función primordial en cada canción, como si fuesen coros celestiales o una especie de coro griego que responde, comenta o complementa lo que la voz del artistas va diciendo.
  Popular Problems inicia con “Slow”, a mi modo de ver una de las piezas más importantes en la carrera del canadiense, un manifiesto existencial en breves palabras, una declaración de principios y, valga la palabra, también una declaración de finales. Se trata de un blues dylaniano y monocorde en el que Cohen hace un elogio de la lentitud como modo de vida y lo hace con tanta profundidad como sentido del humor, a la vez que con frases de autoescarnio e insinuaciones eróticas. “La lentitud está en mi sangre” o “Tú quieres llegar allá rápido / yo prefiero hacer que dure” o “Déjame recuperar el aliento / yo pensé que tendríamos toda la noche” o “No es porque sea viejo / no es por la vida que he llevado / siempre lo hago lento / Eso es lo que mi mamá aconsejaba”. El mood es cachondo, la intención provocativa. Viejos los cerros, perece decir el buen Leonard.
  Por su parte “It’s Almost Like the Blues”, el tema que fue a dado a conocer semanas atrás, a manera de sencillo introductorio, es una especie de letanía igualmente bluesera (escúchese ese hipnotizante bajeo) y fuertemente crítica (“Vi a gente morir de hambre / había asesinatos, había violaciones / sus pueblos ardían en llamas / ellos trataban de escapar / No pude encontrar sus miradas / Yo estaba viendo mis zapatos / Estaba drogado, es algo trágico / Es casi como el blues”).
  Dedicada al paso arrasador del huracán Katrina por Louisiana, “Samson in New Orleans”es una preciosa y muy emotiva balada, en la que los coros femeninos y el tristísimo violín de Alexandru Bublitchi juegan un papel fundamental, mientras que “A Street” es un corte seco y desafiante, de nuevo con su toque de blues urbano (B.B. King habría sido un invitado perfecto para esta pieza), en el que el músico parece recordar los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York (“La fiesta terminó / Pero he caído sobre mis pies / Estaré parado en esta esquina / donde alguna vez hubo una calle”).
  Las cinco canciones restantes son igualmente hondas y bellas. Ahí están esa preciosidad agridulce, entre alegre y melancólica, que es “Did I Ever Love You” (“¿Fui alguna vez alguien / que pudo amarte por siempre?”) o esa joya cuasi neilyoungiana que es “My Oh My” (¿Fue difícil amarte? / No me dirás que no lo intenté”) o esa contudente pieza de artillería poética que es “Nevermind” (“La historia está dicha / con hechos y mentiras / Tu te adueñaste del mundo / así que no importa”) o esa mística introspección religiosa que es “Born in Chains” (“Palabra de palabras y la medida de todas las medidas / Bendito sea el nombre, el nombre sea bendito / Escrito en mi corazón con letras de fuego / está todo lo que sé y desconozco lo que falta”) o esa sencilla y grata perla folk con la que finaliza el disco que es “You Got Me Singing” (“Me mantienes cantando a pesar de que mi mundo se ha ido / Me mantienes pensando que me gustaría sobrellevarlo / Me mantienes cantando a pesar de que todo se ve tan triste / Me mantienes cantando el Aleluya”).
  Popular Problems fue producido por Patrick Leonard, quien además co-escribió la música de algunas de las canciones, algo que dejó muy satisfecho a Cohen, quien ya había hecho algo parecido en su disco Ten New Songs de 2001, cuando Sharon Robinson también participó como coautora.
  ¿Será este el último opus de Leonard Cohen, su testamento como músico y como poeta? Algo me hace sospechar que no y que aún nos tiene reservadas algunas sorpresas en el camino.

(Publicado el pasado 16 de octubre en "El ángel exterminador" de Milenio Diario).

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