miércoles, 29 de octubre de 2014

Un miércoles en Tlalpan

Con Isadora, en una foto de 2003.
Buena, una tarde y una noche de miércoles, para ser exactos. Me lancé a las cinco de la tarde para allá, con el metrobús retrasado porque una marchita salió del Parque Hundido y alteró toda la zona. Llegué cerca de las seis a mis viejos lares. Pasé a saludar a Rosa y luego estuve con mi mamá y con Ivette. A las siete y media me fui a pie al centro de Tlalpan. Con eso del cambio de horario, ya estaba oscuro y buena parte de General Victoria, a partir de Insurgentes era una boca de lobo en la que nada se veía. Es increíble que no haya un solo poste con luz en esa parte y que las autoridades de la delegación no hagan algo por remediarlo. Para acabarla, en varias partes estaba el pavimento levantado y estuve a punto de tropezar varias veces (eso, para no hablar de la inseguridad que representa caminar por ahí).
  Al fin crucé Juárez y la cosa mejoró. Me fui hasta el mercado, para dar vuelta en Congreso. Fue extraño pasar frente a la vieja cantina "La Jalisciense" y verla de puertas abiertas, como cualquier restaurante. Cuando era niño, siempre estaban cerradas sus puertas movibles y afuera había un letrero que decía "no se admiten mujeres, niños ni personas con uniforme".
  Me senté en una banca frente a kiosko, en lo que llegaba Isadora Hastings, a quien quedé de ver a las ocho. Un grupo de rock tocaba canciones de los Beatles a un costado del "zócalo" tlalpeño (así se le decía en mi niñez: el zócalo, aunque es un parque arbolado) y frente al edificio delegacional, tomado no sé sí simbólicamente por apoyadores de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, había mantas de protesta y un altar de muertos. Me quedé sentado en la banca, meditando en cómo ha cambiado mi Tlalpan desde que no vivo ahí y cómo me siento más bien ajeno a lo que es hoy mi pueblo natal.
  Isadora llegó a las ocho y diez y decidimos cenar en uno de los restaurantes de los portales: el "1900". La cena fue muy amena y simpática. Hacía siete años que no veía a mi amiga y ex fotógrafa moscosa, quien sigue guapísima e igual de agradable que siempre. Hablamos de todo, nos pusimos al día, me enseñó fotos de sus preciosas hijitas y de los lugares donde está trabajando (en la montaña de Guerrero y en el Valle del Mezquital (donde ella y unos compañeros suyos asesoran a campesinos en cuestiones de cultivos orgánicos) y comimos muy rico (yo pedí una sopa de cebolla, una ensalada y una cerveza, todo muy bueno, aunque bastante caro). Al final, Isa quiso pagar la cuenta y quedamos en que la próxima me toca a mí.
  La acompañé hasta su casa, a tres cuadras del centro (un buen tramo de la calle Triunfo de la Libertad también estaba a oscuras) y nos despedimos a la entrada de su casa. Quedamos en vernos pronto. De ahí me bajé por todo Calvario (que estaba muy solo aunque iluminado) hasta Insurgentes, donde abordé el metrobús de regreso, en la estación "Fuentes Brotantes".
  Llegué a mi casa a las once y media. Todo estuvo muy bien.

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