Las editoriales independientes siempre han tenido algo de heroicidad, una heroicidad ciertamente temeraria, osada, en ocasiones casi suicida, sobre todo en México y más aún en esta época de la llamada Cuarta Transformación, cuando los apoyos oficiales a la cultura han disminuido hasta los límites de la más ignominiosa miseria. Miseria económica y miseria moral.
Si las grandes editoriales pasan por momentos difíciles y las de mediana cuantía sobreviven con grandes sacrificios, la sola idea de fundar o tener una editorial independiente suena como algo que roza los límites del absurdo. ¿Cómo solventarla, como financiarla, como hacerla rentable, sobre todo cuando ya no existe la manera de acudir a las instituciones gubernamentales que daban becas o a los organismos privados que otorgaban subsidios más o menos altruistas? Parece una locura, una aventura sin pies, sin cabeza y sin perspectivas.
Y sin embargo se mueve, como se dice que dijo Galileo Galilei ante el tribunal del Santo Oficio. Se mueve porque a pesar de los pesares en nuestro país sigue habiendo una buena cantidad de editoriales independientes que, contra viento y marea, pugnan por editar y publicar libros, fanzines y otros materiales. La mayoría no lo hace por negocio, mucho menos en estos momentos, sino por amor a la literatura en todas sus vertientes: la narrativa, la poesía, la ensayística et al.
Podría mencionar los nombres de varias de estas más que aventureras y empeñosas editoriales independientes (¿o sería mejor llamarlas sobrevivientes?), pero quiero centrarme en una de ellas, porque la conozco de cerca y conozco a quien la encabeza.
La editorial Atún de sirena se fundó hace aproximadamente un año y a decir de su directora, la muy joven escritora y poeta Tania Mendoza, su principal idea es la de elaborar productos editoriales que además de su calidad literaria y/o poética sean también objetos estéticos, con un buen gusto artesanal que los convierta en preciosas piezas de colección.
Hasta ahora lo ha logrado. En escasos meses, Atún de sirena ha publicado ya, con grandes esfuerzos y sacrificios, cinco libros y un trío de fanzines. Los títulos de los primeros son Aullidos, tripis y cachondeos, de Abraham Sánchez “Bosskabrón”; Antología completa de Pita Amor, de Gabriela Jiménez; Lorena por encima de la gramática y otros poemas, de Hernán Flores; Postdata: tu gato ha muerto, de Raquel Kamikaze, y Marea viva, de Irvin Labarrios.
En cuanto a los fanzines, se trata de tres recopilaciones de autoras latinoamericanas: En vano, Volvería a fracasar al no estudiar lo que quise estudiar y Dime.
Todas las obras son vendidas en ferias del libro, en algunas librerías o directamente al público por medio de las redes sociales.
La editorial sigue activa, a pesar de las dificultades económicas, y tiene varios proyectos en puerta, en especial libros de autores jóvenes y poco conocidos (otra de las metas de Atún de sirena es precisamente el dar a conocer nuevas plumas, nuevos talentos) como Yadira del Mar, Patricia Binôme, Víctor Bahena, Jorge Lírika Inverza, Ivana Melgoza y Álvaro Piedelobo Jorge.
Para sobrevivir, las editoriales necesitan sobre todo del apoyo de los lectores. Adquirir los productos literarios de Atún de sirena significa ayudar a su supervivencia, pero significa también, y sobre todo, hacerse de preciosos libros-objeto cuya forma y cuyo contenido son garantía de calidad y de buen gusto.
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