"¿Y nuestros gigantes? Los consagrados del rockcito nacional al parecer prefirieron mantenerse bajo el discreto encanto del ostracismo, aunque algunos dieron de qué hablar. Caso de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, quienes se superaron sorprendentemente. En efecto, después del malísimo Baile de máscaras, parecía imposible que pudieran realizar un peor álbum. Y sin embargo lo consiguieron con Mostros, un trabajo en verdad patético de estos autonombrados 'rescatadores de la cultura popular'. Saúl Hernández, por su parte, en lugar de retirarse a gozar de sus rentas, insiste en ser el Cid Campeador del rock hecho en México y con la enésima formación de Jaguares, cabalga sin vida (y sin voz) ante la adoración fanática de sus fieles feligreses, quienes aún creen que existe. Por último, Santa Sabina se perdió en su afán por servir a La Causa, haciendo a un lado lo mejor que tenía: la electricidad de su música".
Fragmento de un balance sobre la música en 1998 que escribí para el diario Excelsior en enero de 1999.
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