viernes, 4 de octubre de 2019

El hueso de Attolini

Attolini nos ha dado una lección de perseverancia y humildad de la cual deberíamos aprender. Años y años de reverenciar, alabar, elogiar, adular, requebrar, lisonjear, ensalzar, exaltar, encomiar, magnificar, encarecer, halagar, encumbrar, enaltecer, glorificar, loar, deificar, gloriar, celebrar, cantar, agasajar, aplaudir, ovacionar, jalear, aprobar, felicitar, congratular y vitorear a su Mesías; tantos años de rebajarse, sobajarse, humillarse, arrastrarse, envilecerse y ser la mascota más fiel del Supremo Soberano; tanto tiempo de dar penita ajena por fin ha tenido su recompensa y el joven y empalagoso carantoñero, tan insoportable como el gordito Gibrán, el gringo Ackerman, el gachupas Mendieta, la fresota Estefanía o el inenarrable Noroñas, recibió su tan ansiado hueso, un oscuro puesto godinezco en el IMSS que de golpe y porrazo lo convirtió en burócrata al servicio de la 4T y su Sacrosanto Guía. Alabado sea el Peje que nos lo quitó de los medios.

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