sábado, 12 de octubre de 2019
Miguel León-Portilla, la Visión de los vencidos y el Día de la Raza
Ha muerto Miguel León-Portilla. El gran historiador y filósofo, el profundo estudioso de las culturas prehispánicas, en especial la de origen náhuatl, falleció este 1 de octubre a la edad de 93 años, justo once días antes de la celebración del bien o mal llamado Día de la Raza.
Autor de obras bibliográficas fundamentales como La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes (1956), Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), Hernán Cortés y la Mar del Sur (1985), Quince poetas del mundo náhuatl (1993), Toltecáyotl: Aspectos de la cultura náhuatl (1980), La huida de Quetzalcóatl (2001) y la más reciente y fascinante Erótica náhuatl (2009), entre varias otras, el nacido en la Ciudad de México en 1926 es una referencia necesaria para la cultura mexicana, en especial la que se refiere a nuestra historia anterior a la llegada de los españoles.
Erudito conocedor de la lengua náhuatl, tanto la antigua como la que hoy se habla en diferentes zonas del centro de México, se dedicó a traducir infinidad de textos y a descifrar y explicar el pensamiento de los antiguos habitantes del Valle del Anáhuac.
No te fijes sólo en las pirámides
Discípulo de esos dos grandes maestros que fueron los historiadores mexicanos Ángel María Garibay y Manuel Gamio, León-Portilla solía recordar que, cuando fue alumno de Gamio, este le decía: “No te fijes sólo en las pirámides y en los indios muertos, piensa en los indios vivos, ellos lo necesitan”.
Y así lo hizo. En una entrevista para el diario Milenio contaba don Miguel: “He luchado por los indígenas. He luchado y he escrito mucho. Recuerdo que cuando el presidente Enrique Peña Nieto todavía no tomaba posesión, nos invitó a cuatro o cinco personas para que habláramos con él de los indígenas. Yo le dije que en San Andrés Larráinzar se había hablado de autonomía indígena, en la cual yo creo. Se habló también de los derechos indígenas, pero los indios no pueden exigir nada porque no tienen personalidad jurídica. Como individuos sí, pero como grupo no. ¿Cómo pueden exigir la defensa de sus tierras? ¿Cómo? ‘Plantee usted –le dije– un proyecto de ley a las cámaras, a ver si le hacen caso y deciden reconocerlos como pueblos originarios’”.
La otra cara del espejo
Sin embargo, la mayor labor de este hombre sabio y brillante fue la de difundir el pensamiento y la cultura de los pueblos anteriores a la conquista española, algo que hizo a lo largo de su más que fructífera vida. Su libro La visión de los vencidos, relaciones indígenas de la Conquista, traducido a una gran cantidad de idiomas, es un clásico de la historiografía mexicana en el que por medio de documentos indígenas, especialmente el Códice Florentino, los Anales de Tlatelolco y los Cantares Mexicanos, pero también la crónica de Fernando Alvarado Tezozómoc, los Anales Tecpanecas de Azcapotzalco y las historias de los aliados tlaxcaltecas y texcocanos de Hernán Cortés, nos presenta un gran fresco sobre cómo vieron y cómo vivieron los habitantes de la gran Tenochtitlan y sus alrededores la guerra de Conquista y los tiempos inmediatamente anteriores y posteriores a la misma.
Publicado por la UNAM en la colección Biblioteca del Estudiante Universitario, en el verano de 1959, el libro es una joya. Como dato curioso, la primera reseña del mismo fue escrita por un joven José Emilio Pacheco para el número correspondiente al mes de julio de ese año de la Revista de la Universidad Nacional, dirigida por Jaime García Terrés. Un fragmento de la reseña dice: “En las relaciones nahuas sobre la Conquista hay pasajes trágicos comparables por su intensidad a los cantos homéricos. Reunidas, prologadas, anotadas en este volumen por Miguel León-Portilla, su lectura sirve a la comprensión del México moderno, vástago del encuentro de dos razas”. Y más adelante: “Aparte de su valor humano y literario, el testimonio de la derrota es un documento histórico que presenta ‘la otra cara del espejo’, borrando los enigmas que prevalecían sobre la cultura náhuatl”. Continúa Pacheco: “Estas narraciones revelan la actitud psicológica de los indígenas: temor supersticioso, creencia en la divinidad de los invasores, antes de las batallas; ira, duelo, nostalgia al sobrevenir el triunfo enemigo”.
La documentación que consiguió León-Portilla para esta su obra magna, menciona JEP con esa fina prosa que ya lo caracterizaba a sus tempranos veinte años, “guarda los augurios que antes del desembarco reblandecieron a Moctezuma, las matanzas cometidas por los españoles en Cholula y el Templo Mayor de Tenochtitlan, el contraataque de Cuitláhuac que forzó a los españoles y sus aliados a huir por la calzada de Tlacopan, el asedio desde los bergantines, la heroica defensa y la posterior rendición de los mexicas y la amargura del pueblo encadenado”.
Indigenistas, hispanistas y el Día de la Raza
Al final de su reseña de La visión de los vencidos, José Emilio Pacheco refiere algo esencial acerca de Miguel León-Portilla, al escribir que este no aspiraba “a restaurar polémicas entre hispanistas e indigenistas. Guiado por un interés meramente científico, enemigo de los maniqueísmos, compone un libro indispensable para obtener una imagen plena de la historia de México”.
Dos claves importantes hay ahí de la personalidad de don Miguel: su neutralidad en la larga disputa entre indigenistas e hispanistas y su rechazo a cualquier tipo de maniqueísmo. Esto resulta particularmente importante frente a la actitud que han tomado muchos verdaderos y falsos indigenistas ante al 12 de octubre, el famoso Día de la Raza que se ha convertido de unos años a la fecha en un pretexto para renegar de la esencia mestiza de los mexicanos. Ese odio a lo español, contrapuesto a un supuesto amor por lo puramente indígena. Casi 500 años han pasado y seguimos con la estéril discusión sobre la Conquista, como si los actuales mexicanos no fuésemos, cultural y lingüísticamente, hijos del mestizaje entre dos pueblos y sólo reconociéramos la parte indígena de esa mezcla.
Al respecto, hemos llegado a extremos tan ridículos como el hecho de que el actual presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, estimulado por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, haya enviado una carta al rey de España para exigirle una disculpa por los hechos de la Conquista de 1521, algo que lo único que provocó fue la hilaridad burlona del mundo.
En la ya mencionada entrevista para Milenio Diario, León Portilla se refiere a la figura de Hernán Cortés y sus palabras resultan claras y contundentes para marcar su posición en la disputa de indigenistas contra hispanistas. Dice el historiador recientemente desaparecido, luego de recomendar la lectura de la biografía de Cortés escrita por José Luis Martínez:
“Es una biografía bastante objetiva. Cortés no fue ni héroe ni villano, fue como el César. Desde luego, una conquista siempre es condenable, porque busca imponerle algo a otro, pero dentro de lo que cabe, tanto el César como Cortés quedaban cautivados con lo que veían y, en ese sentido, se entregaban al país que conquistaban”.
Descanse en paz Miguel León-Portilla.
(Artículo que me publicó el día de hoy el sitio en español de Los Angeles Times).
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