Debe haber sido hace unos 22 o 23 años, no lo recuerdo bien. Había quedado de verme con mi amigo Fedro Carlos Guillén en el Sanborns de Plaza Loreto y llegué un poco antes de las nueve de la mañana, en compañía de Rosa, mi ex mujer. En eso, en la mesa de al lado se sentó un personaje a quien yo había visto en fotos y en algunos noticiarios de la tele. Arribó solo, vestido sencillamente y con discreta actitud. Sin embargo, miraba su reloj con insistencia. Era claro que esperaba a alguien. “¿Ya viste quién es?”, le dije a mi ex. “Sí, López Obrador”. No tengo muy claro si ya en ese tiempo era presidente del PRD, pero Andrés Manuel no llamaba la atención de la gente y al poco rato recibió a la persona que aguardaba y desayunaron tan campantes como cualquier parroquiano. Nunca imaginé en ese momento que, con el transcurrir de unos cuantos años, aquel hombre tranquilo e impasible iba a convertirse en ave de todas las tempestades.
Una noche de 2003 o 2004, vi una entrevista que Adela Micha le hizo al entonces jefe de gobierno del Distrito Federal. Todo un duelo entre periodista y funcionario. López Obrador seguía manteniendo esa apariencia discreta que le vi aquella mañana de 1997 o 1998 en el restaurante del Sanborns, pero había algo en él que lo desmentía. No sé si era esa sonrisilla irónica (“¿Por qué se ríe?”, le preguntó en algún momento Micha) o la manera como evadía –ya desde entonces– algunas preguntas o esa mirada retadora que de repente aparecía en sus ojos. El caso es que su personalidad ya me intrigaba y no sabía si sentir confianza o desconfianza de él.
Poco después de ver la entrevista con la Micha escribí en mi columna de Milenio: “Alguien que como el de Macuspana suscita tal división de opiniones y sensaciones, me causa desconcierto. Suena trilladísimo, pero a AMLO desde hace mucho se le ama o se le odia, se le acepta sin reservas o se le rechaza sin contemplaciones. Despierta ilusiones o despierta miedo. Se rodea de gente respetable, pero también de personajes siniestros e indeseables. El periódico de la izquierda progre lo idoliza y el diario más oficialista lo ataca tiro por viaje. Para unos es Pedro Infante y para otros es Wolf Ruvinskis. Para unos es como las Chivas y para otros como el América.
“¿Cómo nos iría con Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de la república? ¿Mejor que con Ernesto Zedillo, peor que con Vicente Fox? ¿Sería como Ricardo Lagos o resultaría un nuevo Hugo Chavez, a quien por cierto también le encanta el beisbol? ¿Vale la pena correr el riesgo?”.
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