viernes, 15 de junio de 2007
¿Gracias a Dios es viernes?
Los viernes no me son tan simpáticos. Tal vez se deba a que desde hace muchos años trabajo como free lancer, desde mi casa, y no tengo ese prurito de ansiar que llegue el fin de semana después de cinco días de cumplir con un horario obligatorio. Yo no tengo horario. Cada día lo manejo de diferente modo y trabajo a la hora que sea, a la hora que pueda o a la hora que quiera. De hecho, los viernes me resultan un tanto aburridos. Tal vez sea mi reloj biológico, pero es el día en el cual siento el cansancio acumulado de la semana. Además, si tengo que salir a la calle por la mañana, al mediodía o en la tarde, todo el mundo anda más acelerado que entre semana y el tránsito (que no el tráfico) vehicular es mucho más denso. Eso me parece. Por otra parte, mis amistades suelen tener compromisos los viernes y no es tan fácil verlas, en especial a mis amigas y peor si tienen pareja. Hoy, por ejemplo, pasé el día en mi casa-oficina (o casina, como dice mi estimada Mónica Campbell). Me levanté a las diez y media, escribí mi columna sabatina para “Milenio Diario”, hice otro texto para una revista y corregí algunas hojas de “La Mosca” de julio. Salí a la calle hasta las tres y pico de la tarde, para entregarle las hojas a la diseñadora Sandra Guevara, en Editorial Toukán, muy cerca de donde vivo, y pasar al banco a hacer un depósito. C’est tout. Ahora mismo van a dar las seis y media, voy a comer algo, a revisar el periódico y a escuchar música (los viernes son infectos hasta en la programación televisiva y eso que cuento con tele por cable). Lo bueno es que ya por la noche voy a ir al Péndulo de la Zona Rosa para ver a Monocordio que ahí se presenta. Pero de eso ya les contaré mañana.
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4 comentarios:
Yo igual, no siento gran entusiasmo por los viernes. Son los lunes los que sí me gustan. Y mucho.
tengo una fijación por los viernes, creo que son un buen día para morir (?). bienvenido a la blogosfera =)
Te entiendo perfecto, yo también soy freelancer y los días transcurren -y se escurren- diferente de quienes tienen un horario que cumplir. Nosotros somos afortunados por no tener un jefe, pero el horario establecido de ellos tiene una extraña virtud: la satisfacción y el placer que sienten cuando ese horario termina. Nosotros no empezamos con una super weba los lunes, como ellos, pero tampoco terminamos con euforia los viernes. Esa sensación de "se acabó el trabajo" para nosotros no existe, porque para nosotros nunca empieza ni acaba.
Precisamente, mientras todos están cheleando o en el Péndulo (ja), yo estoy en mi "casina" (excelente término) sacando una versión estenográfica y leyendo tu blog para desaburrirme. Fijate nomás.
En fin... qué tal Monocordio?
Como pertenezco a ese terrible mundo de los empleados (y nada peor que ser empleado en una redaccion donde nada se puede planear, ni los acentos), espero el fin de semana con ansia.
Igual y acabo de llegar, tal vez esa sea el motivo de que hoy me tomo las cosas con calma.
Es bueno leerte Hugo, y agrego estas lines un tanto azorada debido a que, ante la avalancha de comentarios que he visto en tu blog, he quedado convencida de que eres todo un rockstar.
Un calido abrazo, desde tierras norteñas
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