viernes, 11 de julio de 2008

Ya que hablamos de libros


Mi relación con los libros siempre ha sido muy estrecha, a pesar de que mi padre sólo me inculcó el gusto por la lectura por medio del diario deportivo Esto y las historietas de Editorial Novaro ("cuentos" se les decía en los sesenta a los comics de Walt Disney o de La pequeña Lulú, Lorenzo y Pepita, La Zorra y el cuervo, Supermán, etcétera). Mi mamá, por su parte, sólo sabía -y hasta la fecha lo sigue haciendo- recomendarme libros de religión y no recuerdo haber leído alguno (el único libro fomentado por mi madre que sí leí y releí fue Corazón, diario de un niño del italiano Edmundo D'Amicis que si bien contenía algunos mensajes morales, no era un libro de religión). En cambio, fue mi hermano Sergio, diez años mayor que yo, quien realmente favoreció mi ingreso al mundo de los libros. Én su cuarto tenía una biblioteca modesta pero suficiente y cuando se casó, en 1966, su acervo creció de manera notable. Así pues, empecé a ser un lector empedernido como a los diez u once años de edad (entre mis primeras lecturas recuerdo Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, Ben Hur de Lewis Wallace, El Bismarck (no recuerdo al autor -quien era un alemán pro nazi- pero estaba editado por Populibros La Prensa) y El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia de Selma Lagerloff (un niño de catorce años que viajaba por los aires junto con una parvada de ganzos, montado en uno de ellos). A lo largo de mi adolescencia leía cualquier cantidad de literatura y por ahí de mis quince me entró la fiebre del marxismo y me chuté decenas de volúmenes sobre socialismo y demás (desde Marx y Engels hasta Marta Harnecker). También historia de México, literatura europea del siglo XIX, literatura norteamericana del siglo XX y literatura mexicana en general. Ya casado, Rosa y yo comprábamos libros a destajo, sobre todo en la antigua librería Ghandi. Luego nos divorciamos y cada quien se quedó con la mitad de nuestra biblioteca, formada a lo largo de casi dieciocho años de vida en pareja. Con mi parte tuve suficiente para llenar mi departamento actual (más los que seguí comprando, aunque ya en menor cantidad). Debo decir que hoy leo libros a un ritmo mucho menor al de antaño (que en una época llegó a ser de un volumen por semana). De hecho, tengo la manía de empezar uno y antes de terminarlo comenzar otro, hasta que se me juntan siete u ocho o hasta más y eso hace que me tarde meses en acabar de leer alguno. Por ejemplo, apenas hoy terminé Luces de Hollywood (I Should Have Stayed Home) de Horace McCoy, una estupenda novela negra sobre la infame vida de los extras en el corrompido Hollywood de los años treinta, pero tengo iniciados títulos como Lolita de Vladimir Nabokov, Los tipos duros no bailan de Norman Mailer, El perfume de Patrick Suskind (en relectura), La insoportable levedad del ser de Milan Kundera (sí, apenas lo estoy leyendo), Vida con mi viuda de José Agustín, El seductor de la patria de Enrique Serna y El enemigo insólito de Ross McDonald. Los demasiados libros.

2 comentarios:

José Manuel Cerecero Gómez dijo...

Perdón por la molestia pero me interesaria un disco y no se si vaya a ser posible si me de la direccion de la casa.

Arturo Pérez Morán dijo...

Que tal Don Hugo? me interesa de muchísimo el "Operación Bolivar" que tan paternalmente abraza...claro, si está a la venta. Mi correo es arturo_peme@yahoo.com.mx. He pasado años buscándolo. Por favor escribame para ponernos de acuerdo. Los gastos de envio corren por mi cuenta (pus claro) hasta San Luis Potosí. Saludos cordiales.