lunes, 18 de enero de 2010
La loca del sexto piso
La primera vez que escuché sus alaridos, pensé que era un perro que ladraba. Era el año 2000. Acababa yo de cambiarme a este departamento que rento desde entonces. El portero que en ese entonces cuidaba la entrada del inmueble me dijo de quién se trataba: de una mujer que vivía en el sexto piso y que se dedicaba a la prostitución. Me contó que solía meterse con todo el mundo (a los hombres trataba de ligárselos, a las mujeres solía insultarlas). Un día me topé con ella en el lobby, cuando me aprestaba a tomar el elevador. Se limitó a mirarme y nada me dijo. Yo me seguí de largo. Desde entonces y tras diez años de vivir aquí, me he acostumbrado a verla mientras hurga en los botes para la basura que están en el estacionamiento y a escuchar sus gritos destemplados a cualquier hora del día. Como su apartamento del sexto piso da a la calle, se asoma a su balcón y desde ahí se pone a proferir groserías y amenazas contra los transeúntes que pasan por la calle, quienes voltean a verla entre azorados y divertidos. Muchas veces he pensado que en su demencia (porque es obvio que no está en sus cabales) podría perder el equilibrio y caer desde las alturas. Es pequeña, flaca, fea, desagradable. Debe tener más de cincuenta años y no entiendo cómo, con esa apariencia, pudo dedicarse a la prostitución. Últimamente le había dado por gritar a los policías que manejan una grúa y que suelen venir a esta calle para llevarse a los carros mal estacionados. "¡Rateros, rateros!", los increpaba con voz áspera, estridente. Sin embargo, en lo que va de este año no la he oído una sola vez. Es raro. ¿Se habrá ido del edificio? No lo creo, sé que el depto donde vive es suyo. No es que extrañe sus berridos, pero se habían convertido en parte del folclor de estos rumbos.
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1 comentario:
¡¡LA GRUA, LA GRUAAA!!! La escuché gritar el día que fui a verte.
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