domingo, 28 de febrero de 2010
Trillizas
-Somos hermanas -dijo la primera.
-Escribimos poemas -continuó la segunda.
-Poemas a tres voces -concluyó la tercera.
Habían aparecido ante mí de manera intempestiva, a la salida de la cafetería de la Cineteca Nacional. Eran trillizas, sorprendentemente idénticas, como tres gotas de agua diría el lugar común. Rubias, altas, bien formadas, sonrientes, irresistibles. Y muy jóvenes.
-Queremos... -dijo la primera.
-... que leas... -continuó la segunda.
-... nuestros textos -concluyó la tercera.
Aparte de su fresca belleza, lo que más me asombró fue su forma de hablar en perfecta y coordinada continuidad, como lo hacían Hugo, Paco y Luis en las viejas historietas de Walt Disney que editaba Novaro cuando yo era niño. Me simpatizó el detalle y acepté su invitación para acompañarlas a su casa.
-Vivimos solas... -dijo la primera.
-... es un departamento... -continuó la segunda.
-... aquí cerca, en Coyoacán -concluyó la tercera.
El lugar era pequeño y acogedor, cálido y lleno de libros, discos y artesanías de diversas regiones del mundo. Elucubré que las trillizas serían sin duda hijas de familia adinerada y que de seguro habrían pasado largas temporadas en Europa y los Estados Unidos. Me hicieron entrar a una recámara, donde una cama de agua era reina enseñoreada. Me senté en una orilla mientras ellas se descalzaban a un mismo tiempo. Sus pies eran pequeños y delicados, blancos y hermosos. Aquello comenzaba a parecerse al paraíso.
-Antes de que empecemos a leer... -dijo la primera.
-... queremos asegurarnos... -continuó la segunda.
-... de que te encuentres a gusto -concluyó la tercera.
Una de ellas salió del cuarto y las otras dos acomodaron grandes cojines junto a la cabecera, para que me recargara en ellos. La primera regresó con un vaso en la mano: un ron en las rocas.
-Sabemos... -dijo la primera.
-... que es... -continuó la segunda.
-... tu bebida favorita -concluyó la tercera.
Me sentía como un maharajá de Las mil noches y una noche, según las llamaba Borges. Licor en mano, recostado sobre los mullidos almohadones, me dispuse a recibir lo que siguiera, así se tratase de una mala lectura de pésimos poemas. Mas no fue así. Las tres angelicales ninfas se colocaron a mi lado, dos de ellas a mis costados, la otra a mis pies. Debo confesar que me desconcerté.
-… y bien, ¿no van a enseñarme sus escritos? -inquirí.
Se miraron entre ellas y rieron con graciosa complicidad, como quienes acaban de cometer una travesura.
-¿Nunca has hecho el amor... -dijo la primera.
-... al mismo tiempo... -continuó la segunda.
-... con tres mujeres? -concluyó la tercera.
No alcancé a responder siquiera. Me desnudaron. Me acariciaron. Me besaron en la boca y en cada intersticio de mi cuerpo. Me hicieron probar las mieles del placer más penetrante y virulento. Las poseí una a una y ellas me poseyeron, sin prisas, sin sonrojos, sin reservas... y todo lo hicieron a tres voces.
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1 comentario:
Excelente, tres ninfas ninfomanas!!!
Victoria, Clara y Soledad.
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