martes, 10 de mayo de 2011

El día de la madre


Nunca he sido un especial simpatizante del Día de la madre. Será porque mi madre misma nunca nos inculcó el culto a la cabecita blanca (provengo de dos familias más dadas a festejar a las abuelas como centro del universo que a las mamás en sí), pero nunca me ha emocionado particularmente esa fecha. En la primaria más bien me resultaba un martirio, ya fuese porque durante las semanas previas nos ponían a hacer algún regalo con nuestras propias manos (y nunca he sido bueno para las actividades manuales, al menos para las de ese tipo), regalo que de manera invariable me quedaba horrendo, o porque debíamos preparar alguna canción o, peor aún, alguna obrita de teatro en la que uno salía a hacer el ridículo (recuerdo una en especial, a principios de los años sesenta, cuando iba en tercero o cuarto de primaria en el colegio Hernán Cortés -juro que así se llamaba y se sigue llamando esa tlalpeña escuela de monjas-, en cuya trama una compañera me jalaba de una oreja para llevarme ante la supuesta maestra y acusarme de alguna travesura y en venganza yo le gritaba el siguiente espantoso insulto: "¡Cuchara de viernes!" -¿cuchara de viernes? ¿Qué demonios significa eso?, me he preguntado durante el resto de mi vida).
Otro inconveniente del Día de la madre, ya en mi adolescencia, era que como yo y un par de amigos más sabíamos tocar la guitarra, al resto de la palomilla se le ocurría realizar un periplo por las casas de cada una de sus progenitoras para cantarles "Las mañanitas", "Página blanca" y "Reloj" ad nauseam. Los jodidos guitarristas teníamos que fletarnos todas las serenatas a lo largo de tres o cuatro horas y por diversos rumbos de la ciudad (por cierto, la que más odiaba era la que le llevábamos a mi propia madre; no por mala onda, sino porque las serenatas siempre me han parecido la cumbre de la cursilería). Asi fue a lo largo de cinco o seis años.
En fin, yo no soy dado a celebrar este día inventado en 1922 por Rafael Alducín, director del diario Excelsior, como una manera de contrarrestar a los movimientos feministas que surgían en diferentes partes del país, en especial en el estado de Yucatán. En una palabra, el Día de la madre es el del enaltecimiento de la mamá abnegada, sufrida y ultraconsevadora que tan bien encarnaron en el cine nacional actrices como Sara García (quien por cierto era lesbiana), Libertad Lamarque, Marga López, Carmen Montejo et al.
Paso.

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