sábado, 14 de mayo de 2011

Los sonidos del silencio*


Sucedió por allá de 1972. Yo tenía diecisiete años. Acompañé a mi hermano, el cineasta Sergio García, a un concurso de cine en Súper 8, organizado por el entonces Instituto de la Juventud Mexicana (Injuve) en Tepic, Nayarit. Eran los tiempos del echeverriato y aún permanecían frescos los recuerdos del movimiento estudiantil de 1968 y del halconazo de 1971. Se vivían climas de gran autoritarismo, pero a la vez el gobierno trataba de acercarse a los jóvenes por medio de actividades como aquel concurso al que mi hermano había sido invitado como juez.
Había participantes de varias partes del país (entre ellos un joven de Durango que con el tiempo llegaría a ser un muy buen realizador: Juan Antonio de la Riva). La mayoría de las películas, a pesar de sus deficiencias técnicas y narrativas, cuestionaban duramente al sistema y cuando llegó el momento de determinar a las ganadoras, uno de los jueces, un funcionario del propio Injuve, típico burócrata gris y prepotente, se opuso a otorgar el premio a una cinta que criticaba duramente al gobierno priista. Como dichos juzgadores se encontraban frente a público y participantes, conforme pasaba el tiempo la gente empezó a enfadarse y a gritarles que ya tomaran una determinación. Pero los gritos no lograban que aquel funcionario se conmoviera y seguía montado en su macho. Yo observaba aquel caos y de pronto tuve una idea taoísta que empecé a proponer a todos: “¿por qué no nos sentamos totalmente callados y clavamos nuestras miradas en los jueces?”. Aquello resultó increíble. La fuerza del silencio puso más que nervioso al tipo del Injuve, quien empezó a sudar, no soportó la presión de las miradas y terminó por ceder. El premio se lo llevó aquella cinta contestataria.
¿Qué pasaría si miles de personas se apostaran en silencio frente al Palacio Legislativo y, sin aspavientos, no se movieran de ahí hasta que fuesen aprobadas todas las reformas que urgen al país? Lograrían más que mil marchas estruendosas por Reforma. Sé que es un alucine guajiro, pero en una de esas igual funcionaría.
Se me ocurre.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

1 comentario:

Cuauhtémoc X dijo...

Chale don huguiño, ya aportando a la insurgencia ciudadana. No pierda el rumbo, puede ser criticado por su espíritu crítico clasemediero.
Aunque sí comparto su propuesta, pues también funciona con jóvenes y adolescentes incontrolables, la diferencia es que un sólo individuo puede controlar así a cinco decenas de estos energúmenos.