Son las dos de la tarde del viernes 21 de diciembre y estoy encerrado en mi casa. No he tenido comunicación con persona alguna y hasta el momento desconozco si ya fue el fin del mundo. No me he atrevido a asomar por el balcón que da a la calle, temeroso de encontrarme con una ciudad arrasada (qué digo con una ciudad, con un planeta) y sin la menor señal de vida.
Me da miedo pensar que haya desaparecido para siempre todo aquello que nos daba certeza en esta vida. Como nuestros diputados y senadores, todavía ayer jueves tan laboriosos en sus intentos por aprobar la reforma educativa. ¿Les habrá dado tiempo de sacarla y sacarle canas verdes a Elba Esther Gordillo? (aunque sospecho que la maestra sobrevivirá a este y a cualquier cataclismo cósmico: tiene más vidas que Chabelo).
Temo que si me asomo deberé aceptar que ya no existen nuestros partidos políticos (siempre tan queridos), que de golpe terminó la guerra del narco, que ya no hay corrupción y la mordida quedó desterrada, que se acabaron las marchas y los plantones, que ya no hay pederastas, que Felipe Calderón no alcanzará a dar clases en Harvard, que al Peje se le fueron todas las posibilidades de acusar de sus males a la mafia en el poder (no más complós), que los bejaranistas no podrán darle la estocada final al PRD, que en los Estados Unidos no habrá más locos que disparan contra gente inocente, que se terminaron la crisis económica en Europa y los conflictos en Medio Oriente, que se desvanecieron programas de televisión como el de la señorita Laura y Guerra de chistes, que se esfumó el gangnam style, que no hay ni siquiera rastros de las canciones de Arjona, que se disipó el periodismo amarillista, que ya no hay Liga MX.
¿Qué haré? ¿Me asomaré? Creo que no. ¿Qué tal que no se acabó el planeta, todo sigue como siempre y no ha sucedido cambio alguno? Sería una terrible decepción.
(De pronto, escucho afuera una lenta y exasperante voz femenina: “Se compran… colchones…, refrigeradores…, estufas…, lavadoras…, microondas o algo de fierro viejo que vendan…”).
El fin del mundo.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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