viernes, 18 de julio de 2014

Elogio del futbol mexicano

Tiro de Horacio Casarín.
Acaba el Mundial y al siguiente fin de semana comienza la Liga MX. Demasiado pronto, se dice. No lo sé. El caso es que hoy hay dos partidos para inaugurar el Torneo de Apertura y sobran los que hacen comparaciones entre nuestro singular balompié y el de ligas poderosas como la inglesa, la española, la alemana o la italiana.
  Es claro que no existe punto de comparación en cuanto a calidad o velocidad, en cuanto a espectacularidad e intensidad. Sin embargo, nuestro fut tiene lo suyo y hay algo que lo hace muy particular. No sé si es cosa de idiosincracia (bueno, más bien si lo sé), pero el futbol (palabra aguda, como la pronunciamos en México) nacional posee un encanto y una larguísima tradición que nos gusta y nos emociona tanto como si aquí jugaran el Barcelona o el Bayern Munich.
  Cierto que en cada jornada del campeonato regular hay varios partidos infames y que a veces se juega con una lentitud exasperante, pero también se dan grandes juegos y ya en la liguilla podemos ver encuentros memorables. Pero lo que seduce de este deporte en México es su folclor, su cariz un tanto caótico, su teatralidad. Insisto: el soccer en estos lares es un reflejo del ser nacional. Por eso no puede ser como el de Europa. Ni siquiera como el de Sudamérica (que en general resulta bastante aburrido).
  Desde sus orígenes, con toda esa mitología compuesta por legendarios equipos y jugadores de apodos rimbombantes (el "Trompo" Carreño, la "Marrana" Castañeda, el "Jamaicón" Villegas, el "Chato" Ortiz, el "Pirata" Fuente, el "Piolín" Mota, el "Tubo" Gómez, el "Cura" Chaires, el "Sobuca" García, el "Harapos" Morales y un largo etcétera que incluye a "los once hermanos" del Necaxa), nuestro futbol posee una muy larga historia de triunfos escasos y derrotas aplastantes que lo hacen tan interesante como fascinante. Sólo en un pambol como el nuestro pudo existir, por ejemplo, un delantero como el "Manquito" Villalón del Morelia a quien, en efecto, le faltaba un brazo o un arquero tan estrambótico como Jorge Campos. Pero también ha habido grandes ídolos, como Horacio Casarín o Enrique Borja, y narradores de antología, como Fernando Marcos o Ángel Fernández.
  Tenemos una infraestructura que ya quisieran muchos países, hay una enorme afición, mucho dinero se mueve entre los equipos más poderosos y aun así no hay manera de que aspiremos a alcanzar el nivel de calidad del futbol que se juega en algunos países del viejo continente. Pero ni falta hace: el fut mexicano es como es y así seguirá siendo, por la sencilla razón de que lo hacemos los mexicanos y en ello incluyo a jugadores, directores técnicos, directivos, árbitros, periodistas, medios de comunicación y aficionados. Somos como somos y así seguiremos siendo. Por los siglos de los siglos. Qué bueno.

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