martes, 1 de julio de 2014

Jack White ataca de nuevo

Si con su primera incursión como solista, el extraordinario Blunderbuss de 2012, Jack White nos entregó una obra a la altura de lo mejor que hizo con The White Stripes, The Raconteurs o The Dead Weather, su segundo álbum en solitario, el esplendoroso y a la vez tétrico Lazaretto (Columbia/Sony/Third Man Records, 2014), no se queda atrás.
  White es un hombre sabio. De eso no me queda la menor duda. Pocos como él han sabido amalgamar a la llamada música de raíces de los Estados Unidos (el blues, el country, el folk, etcétera) para darle un toque novedoso y perfectamente actual. El amor y el respeto que este artista (en el mejor sentido del término) profesa por esos géneros no puedo ser puesto en duda (su disquera Third Man se especializa, entre otras cosas, en la reedición en vinil de antiquísimos álbumes de oscuros blueseros y ha producido trabajos discográficos de glorias de la música campirana como Loreta Lynn) y es en ellos que se basa para crear sus propias composiciones y vaciarlas en el mencionado par de platos solistas.
  Lazaretto es una obra impecable. Una colección de once canciones magníficas con las que lleva más allá esa extraña mezcla de dureza y dulzura, de acidez y ternura, de fuerza y suavidad que había mostrado en Blunderbuss. Esto queda muy bien ejemplificado con el tema abridor del disco, el genial “Three Women”. Más allá de la irónica letra, es en la asombrosa construcción musical, en la intrincada estructura de la pieza, que descubrimos el talento del músico para edificar una maravilla de escasos cuatro minutos, en los cuales nos muestra todos y cada uno de sus recursos actuales como autor, arreglista y ejecutante.
  Lo mismo puede decirse de otros cortes, como el homónimo “Lazaretto”, el precioso “Alone in My Home”, el provocativo “Just One Drink”, el apacible “Entitlement”, el instrumental “High Ball Stepper”, el melancólico y final “Want and Able” o el solemne y poderoso “Would You Fight for My Love?”.
  Jack White sigue imparable y en plenitud de forma creativa. Su fantástico Lazaretto es la mejor prueba de ello.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

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