Como una paráfrasis de la novela que no pergeñó Francisco García Márquez (tal como nombró el H. Congreso del Estado de Veracruz, de mayoría morenista, a Gabriel García Márquez, quien, él sí, escribió el largo relato que determinó en la literatura hispanoamericana al llamado realismo mágico), así he intitulado hoy a mi columna: “Cien días de necedad”. Porque eso han sido estos primeros cien días de gobierno lopezobradorista: un caudal cotidiano de desaciertos producto del capricho, la ocurrencia, la improvisación, la ignorancia, la incultura, la tontería, la patanería, la zafiedad, la rusticidad y la más fatua, anticuada, altanera, soberbia y magalomaniaca de las terquedades. Días necios de un gobierno necio dirigido por un líder necio (no en vano, durante la campaña su mujer le dedicó una canción –con video incluido– en el cual ella misma interpretó la canción “El necio”, de Silvio Rodríguez; hoy ya conocemos las consecuencias de esa necedad).
Alguien me preguntaba hace unas semanas si en verdad no veía yo algo bueno, algún logro por pequeño que fuese, de la llamada Cuarta Transformación. Juro que lo pensé y lo pensé y por más que escarbé en la memoria (y hasta en Google), no encontré algo concreto, un solo resultado plausible, por el cual pudiese felicitar a este gobierno.
En primer lugar porque, a lo largo de tres meses y pico, el presidente de la república todavía no ha empezado a gobernar. Habla, sí, todos los días, en sus malhadadas conferencias mañaneras. Habla para prometer, para justificar, para condenar, para acusar, para vilipendiar, para pronunciar frases huecas, para hacer simplones chascarrillos. Pero no se ve por lado alguno que él y su delirante y esperpéntico gabinete estén dedicados realmente a la gobernanza del país. Y mientras tanto, la economía va en caída libre y la inseguridad y la violencia van en alza angustiante. Y mientras tanto, se pierden más y más empleos. Y mientras tanto, las calificadoras internacionales nos certifican a la baja. Y mientras tanto, la famosa lucha contra la corrupción se contradice con los escándalos de los propios integrantes del gobierno o con acciones como las compras sin licitación y las adjudicaciones directas. Y mientras tanto, se eliminan apoyos a las estancias infantiles, a los refugios para mujeres víctimas de la violencia intrafamiliar y a los enfermos de VIH, cáncer y otras enfermedades graves. Y mientras tanto, se lanza una embestida, avalada y promovida verbalmente por el propio presidente, en contra de las organizaciones civiles y de un importante diario de circulación nacional. Y mientras tanto, se busca debilitar a los contrapesos. Y mientras tanto, se entrega (al menos durante cinco años) la Guardia Nacional a los militares, con quienes parecería existir un pacto oculto, un acuerdo secreto y comprometedor que los mexicanos no conocemos. Pero eso sí: se decidió otorgar 350 millones de pesos a Probeis, un organismo que supuestamente impulsará el beisbol en México. ¿Por qué? Porque es el deporte favorito del presidente y éste ha planteado la muy patriótica meta de que dentro de seis años tengamos a 80 peloteros actuando en Grandes Ligas. El sueño de Andrés.
Así pues, en medio de la más absoluta incertidumbre, a pesar de las porras estultas de muchos de los aplaudidores del gobierno, estos cien días parecen mostrarnos que vamos directo a un régimen autoritario, estatista, cerrado, moralino, de libertades acotadas y clientelismo descarado.
Y a pesar de ello, muy en ciernes todavía, parece que va surgiendo una oposición más allá de los hoy debilitados, lamentables y casi desaparecidos partidos políticos. Hay una lucecita de esperanza, no todo está perdido.
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