“–¡Cuánto coyote! ¡Anda muy alborotada la coyotada!– dijo con la voz llena de sal”.
Elena Garro.
Rememoro el título (y cito una línea) del célebre cuento de Elena Garro, debido al sainete en apariencia absurdo e innecesario que se produjo a raíz de la hoy famosa carta que el presidente López Obrador envió al rey de España, Felipe VI, solicitándole, así nada más, como de la nada, una disculpa pública de la antigua Madre Patria a su hija lastimada y ultrajada, la hoy república mexicana, por los agravios cometidos durante la Conquista y los tres siglos de la Colonia.
Como la carta se filtró a la prensa (¿quién desde el equipo presidencial la hizo llegar a un reportero del diario español El País? Misterio), el rey tuvo que dar pronta respuesta a la misiva y esta fue un no rotundo a la delirante propuesta del gobierno de Mexicalpan de las Tunas (sí, hoy más que nunca, Mexicalpan de las Tunas).
Existe la versión de que la autora intelectual de la carta de marras fue la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, muy interesada en el tema de la Conquista de Tenochtitlán (bueno, ella dice Tenochtitlan, sin el acento agudo), quizá por la reciente aparición de su libro La memoria artificial en la “Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo (en efecto, tiene nombre de tesis y es que fue su tesis de Maestría). No quiero sugerir que la carta al rey de España haya sido una manera de promover el libro de doña Beatriz (aunque en esta Cuarta Transformación tout est possible); de hecho, más bien ha funcionado como una cortina de humo y un distractor en momentos en los cuales la situación general del país, en especial en los temas de la economía y la inseguridad, amenaza con empeorar, debido al estilo personalísimo de tratar de llevar las riendas del país por parte de López Obrador y a la cada vez más evidente ineficacia de quienes conforman su equipo de gobierno.
Pero volvamos al asunto de la disparatada cartita. ¿Fue una ocurrencia inocente y bienintencionada, como dicen los defensores del gobierno, o se trató de una idea torpe, cero diplomática y hasta racista, como argumentan sus críticos? Creo que tuvo ingredientes de ambos. Quizás el presidente realmente creyó que conmovería al rey español (y al papa Francisco, a quien le mandó también su carta, faltaba más) y que éste se sentiría obligado a disculparse por algo que sucedió hace 500 años, que no fue realizado por la misma casa dinástica de España (en aquella época la de los Habsburgo) y que, a decir verdad, no venía al caso. Ahí sí que López Obrador habría pecado de inocencia. Pero el tabasqueño es un político astuto. ¿No debió oler que su propuesta no llevaría a nada y que en ese sentido era algo desacertado, muy poco diplomático, con tintes racistas y polarizantes en lo nacional y lo internacional? De ser así, ¿cuál fue su verdadera intención? ¿Darle un gusto a su esposa?
Tal vez el quid del caso esté en la filtración de la misiva. ¿Se dio a conocer a la prensa en contra de la voluntad presidencial o todo lo contrario? Puede ser que algún día lo sepamos. Por lo pronto, el gobierno lopezobradorista se ha convertido en un hazmerreír no sólo en España, sino en Europa y otras partes del planeta. El ridículo diplomático fue absoluto y la Secretaría de Relaciones Exteriores no pudo meter las manos. Posiblemente el incidente se olvidé pronto, pero la imagen del régimen mexicano actual y de su titular ha quedado dañada y eso sí es algo que no se olvida.
Ni siquiera si se les ocurre decir que la culpa es de los tlaxcaltecas.
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