Toda casa tiene una o más plantas. La lúgubre casona de Morena posee dos: la planta baja y la planta alta, pero también hay en ella un sótano bastante descuidado que despide los más fétidos hedores.
En cada una de dichas plantas, como en dantescos círculos del infierno, habitan diferentes personajes, una colección de seres que parecen arrancados del teatro del absurdo de Ionesco y del teatro esperpéntico de Valle-Inclán.
Así, grotescos esperpentos, extravagantes adefesios y ridículas estantiguas constituyen buena parte de la insólita y chocarrera galería de entes que conforman la fiel e incondicional (cuando menos hasta el momento) corte de los milagros que rodea al presidente Andrés Manuel López Obrador. Veamos a algunos de quienes viven en cada uno de los niveles de tan peculiar y contrahecha edificación.
1. Empecemos por la planta alta. Ahí se encuentran los privilegiados e influyentes del régimen, personajes cercanos al líder que ocupan diversas posiciones dentro de la nomenklatura morenaica. Entre ellos hay nombres tan discutiblemente conspicuos como los de Yeidckol Polevnsky, Martí Batres, Gerardo Fernández Noroña, Epigmenio Ibarra, Jesús Ramírez, Jenaro Villamil, Rafael Barajas, Sanjuana Martínez, Tatiana Clouthier, John Ackerman, Irma Eréndira Sandoval, Paco Ignacio Taibo II, Manuel Bartlett, Octavio Romero, José María Riobóo, Javier Jiménez Espriu, Rocío Nahle, María Elena Álvarez-Buylla, Layda Sansores, Dolores Padierna, René Bejarano, Mario Delgado, Armando Guadiana, Napoleón Gómez Urrutia y, last but not least, Elba Esther Gordillo. Como diría el filósofo Pompín Iglesias en uno de sus más paradigmáticos apotegmas: “¡Qué bonita familia!”.
2. En la planta baja se encuentra gente de menor importancia, de reducida cuantía, pero que realiza una labor empeñosa a pesar de su proverbial medianía y su estridente grisura. Se trata sobre todo de jóvenes que, de no haber ganado su jefe las pasadas elecciones de julio, ni en sus sueños más húmedos habrían alcanzado el grado de exposición mediática del que hoy gozan sin más merecimiento que su abierta y desatada lambisconería. Son como voceritos lacayunos que tratan de explicar y justificar los yerros que un día sí y otro también comete Su Alteza Serenísima. ¿O es que alguien con dos dedos de frente cree que si AMLO no hubiera arribado a la presidencia, individuos tan opacos y fanatizados como Gibrán Ramírez, Hernán Gómez, Antonio Attolini, Abraham Mendieta o los increíblemente anodinos muchachos y muchachas defensores de la 4T que aparecen en programas como Punto y contrapunto, de Foro TV, tendrían la efímera y relativa fama de que gozan hoy día? Son una obvia imposición oficialista.
3. Finalmente, en los sótanos llenos de penumbra y sordidez se hallan unas criaturas viscosas cuya simple existencia se asemeja a una pésima broma y que han ido surgiendo al calor de la mediocridad informativa que fomenta la posverdad obradorista. Me refiero a ese inenarrable muestrario entomológico que conforman los llamados “youtubers de izquierda”, quienes de izquierdistas tienen lo que Donald Trump posee de amor por los inmigrantes mexicanos. Sujetos inenarrables a los cuales periodistas como Julio Hernández (alias “Julio Astillero”) han bendecido y dado cobijo, al considerarlos como “las nuevas voces” del periodismo mexicano (y no lo dijo a manera de sarcasmo). De ese modo, los sótanos (y las cloacas) de la casa morena están infestados de seres como “El chapucero”, “El quesadillero”, “El charro político”, “El caporal”, “El mariachi ninja”, “La oro sólido” y otros por el estilo, con un discurso rastrero y primitivo, aderezado con un maniqueísmo galopante. Cuentan con miles de seguidores en YouTube, es cierto, pero eso no habla de su calidad como informadores u opinadores, sino del analfabetismo político de quienes cerrilmente los toman en serio (hace poco, varios de ellos se unieron para rendir homenaje a quien consideran un guía, un gran pensador y un intelectual lleno de luces: nada menos que el inefable Alfredo Jalife. Con eso queda dicho todo). A estos vloggeros los acompañan, en las catacumbas de la casona, los seudo periodistas paleros que se sientan todos los días en las primeras filas de las conferencias mañaneras del presidente y a los que la sabiduría popular ha bautizado con sobrenombres como “los locos Adams”, “la keniana”, “el ranchero caliente”, “la gordita del fleco”, “lord molécula”, etcétera. Caricaturescos ejemplares de una fauna supuestamente reporteril que es como el fruto de una pesadilla de la cual el país no puede despertar.
Al final, tras revisar los nombres y sobrenombres de los personajes que habitan los dos pisos y el sótano de la casa morena, sólo se me ocurre formular una pregunta, ingenua si se quiere: ¿qué mente perversa y delirante fue capaz de realizar semejante casting?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario