¿Existe el humor en los tiempos de la llamada Cuarta Transformación? No me refiero al humor como estado de ánimo, el cual es cada vez más malo, dados los pésimos resultados que está teniendo un gobierno que día a día muestra y demuestra sus incapacidades para llevar a buen puerto al país. Hablo del sentido del humor, del humorismo, del humor crítico, del humor irreverente, del humor como catarsis individual y social.
El obradorismo ha trastocado tantas cosas (tan a lo bestia) que muchas han quedado bocarriba (o bocabajo, según el punto de vista de cada quién). Un ejemplo es el de los cartonistas izquierdosos (que no de izquierda), especialmente los del grupo de La Jornada (con la honrosísima excepción del gran maestro Bulmaro Castellanos, Magú) y Proceso, es decir, los célebres Chamucos. Hasta antes del 1 de julio de 2018, El Fisgón, Hernández, Helguera y todos sus adláteres eran tremendamente antigobiernistas y mantenían una postura feroz en contra del régimen que gustan en llamar prianista. Ahora, en cambio, se han convertido (con todo respeto, diría don López) en los más zalameros perros guardianes del gobierno y del presidente de la república, a quien no osan tocar ni con el pétalo de una crítica. Perdieron todo su filo y actualmente se dedican a atacar a los adversarios de “Andrés Manuel” (así le dicen), a pesar de que éste brinda diariamente una cantidad enorme de material humorístico que podrían explotar a sus anchas. Pero no: La Causa (así, con mayúsculas y sin cursivas) es primero y su deber como fieles al tlatoani es no cuestionarlo y sí defenderlo de sus enemigos. Para eso cuentan con sus trincheras periodísticas y con El Chamuco TV, el programa de TV UNAM y Canal 22 (sí, se transmite por ambas emisoras) que con total generosidad les brindó el mismo gobierno al que tan devotamente sirven y les paga por ello (por el programa).
Algo parecido sucede con columnistas como mi estimado Jairo Calixto Albarrán, quien en su afán por no rozar siquiera la sensible piel del Pejecito santo (el cual es, para usar una muletilla del propio Jairo, como jarrito de Tlaquepaque), en su colaboración diaria para el diario Milenio hace malabares increíbles (maromas, les dicen ahora) para no criticar ni por asomo a la 4T. Por eso su columna se dedica a tirarle al PRIAN, a los expresidentes y a los políticos anteriores al actual gobierno, siempre y cuando no se hayan integrado a éste (cero críticas al dinosaurazo Manuel Bartlett, por ejemplo). Mas para su adorado cabecita de algodón ni un solo cuestionamiento.
Otro fenómeno es el de la televisión pública que ha incluido programas como el ya mencionado El Chamuco TV, Me canso ganso, John & Sabina o el malogrado La maroma estelar. Especialmente en los dos últimos se ha intentado realizar un humorismo crítico, pero siempre contra los conservadores, los fifíes, los prianistas, etcétera. Más que crítico, el resultado es criticón, lleno de ramplonería, demasiado obvio y tremendamente burdo. No sé si ellos y sus panegiristas se rían con sus sketches, pero francamente la comicidad no se les da.
Ese es el “humor” de la 4T, tan fallido como está resultando la prometida transformación. Sin embargo, en el bando opositor el humor y el humorismo gozan de cabal salud, sobre todo porque ahí se han sabido aprovechar los cotidianos desatinos del presidente y su corte, gracias a la enorme cantidad de personajes chuscos y esperpénticos que ha producido el régimen actual. Los nombres sobran y pasan por Gerardo Fernández Noroña, Yeidckol Polevnsky (o como se escriba), John Ackerman, Sabina Berman, Epigmenio Ibarra, Sanjuana Martínez, Antonio Attolini, Gibrán Ramírez, Irma Eréndira Sandoval, Rocío Nahle, Armando Guadiana, Pablo Gómez, Octavio Romero, José María Riobóo, Paco Ignacio Taibo II, María Elena Álvarez-Buylla, Abraham Mendieta, Hernán Gómez, más un grandísimo etcétera de impresentables protagonistas de esta gran obra bufa que padece México y que si no representaran una tragedia para el país, resultarían todos de una comicidad superlativa.
Esto lo han sabido aprovechar escritores como Guillermo Sheridan, Julio Patán y Rafael Pérez Gay –los dos últimos, con sus personajes de Justo Leal y Gil Gamés (y espero que Julio y Rafael no se molesten conmigo por el spoiler: todo mundo sabe que son ellos)–, lo mismo que espléndidos caricaturistas como Calderón, Garci, Alarcón, Iracheta y el propio Magú, entre otros. No se diga el gran Brozo y yutuberos como Chumel Torres y su equipo. En ellos subsiste la posibilidad del humor crítico e inteligente, un humor que, esperemos, al obradorismo no se le ocurra tratar de reprimir.
Con eso de que las plumas de ganso son tan delicadas como un jarrito de Tlaquepaque…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario