lunes, 22 de julio de 2019

Tiburón

Aunque usted no lo crea (o quizá sí), apenas ayer vi por primera vez la película Tiburón (Jaws) de Steven Spielberg (1975).
  Recuerdo la sensación que causó este filme en su momento y si no lo vi debió ser porque en aquellos años de su estreno, yo era uno de esos pedantes que sólo veían cine "de arte" y despreciaba los famosos blockbusters, es decir, las cintas que se convertían en éxitos de taquilla y que por ese solo hecho eran víctimas de mi desprecio.
  Ahora pude verla, gracias a Amazon Prime, y no sé si por no presenciarla en pantalla grande o porque con el transcurrir de los años y con tantos filmes llenos de sangre, terror y violencia que he visto en las poco más de cuatro décadas que nos separan del estreno original de Tiburón, la verdad es que no me provocó el menor miedo y no me emocionó particularmente.
  Nunca he sido un fan fatal de Spielberg, aunque me ha entretenido con la saga de Indiana Jones (al menos las dos primeras entregas) y me gustaron Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) y E.T., el extraterrestre (1982), si bien mi película favorita suya es la muy despreciada 1941 (filmada en 1979) que verdaderamente me encanta.
  En cuanto a Jaws, todo mundo conoce la trama: la aparición en pleno verano vacacional de un enorme tiburón blanco en un centro playero del noreste de los Estados Unidos y los ataques mortales contra algunos bañistas, lo cual obliga al cierre de la playa, a pesar de la oposición del alcalde y de algunos comerciantes del lugar, hasta que se decide que la única solución es dar caza a la enorme bestia marina. En ello se embarcan, literalmente, tres hombres: el jefe de la policía local (Martin Brody, interpretado por Roy Scheider), un joven oceanógrafo recién llegado (Matt Hopper, interpretado por el gran Richard Dreyfuss) y un tiburonero con grado de capitán (Sam Quint, interpretado por el veterano actor británico Robert Shaw), quien gobierna la frágil barcaza en que se lanzan tras del gigantesco escualo (aunque nada que ver con la idea mística de Moby Dick de Melville). La cacería ocupa casi toda la segunda mitad de la cinta y aunque resulta entretenida, nunca sentí que me atrapara o me emocionara, tal vez porque la presencia del tiburón (con la clásica tonadita compuesta por John Williams) no me resultó tan inquietante, incluso cuando ataca a Hopper encerrado en una frágil jaula submarina que el animal destroza con facilidad. O quizás el asunto está en que uno ya sabe que el gran tiburón no era más que un artefacto mecánico que mandó hacer la producción de la peli. No lo sé.
  El caso es que no me pareció tan divertida y mucho menos tan terrorífica como indica la fama de que siempre ha gozado. Creo que en todo caso es más entretenido conocer todos los incidentes que sucedieron alrededor de la filmación y los pormenores de la misma detrás de cámara.

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