Quizás el mejor rock pop de todos los tiempos fue el que se produjo durante la segunda mitad de los años sesenta de la centuria pasada. De hecho, no se le llamaba rock sino simplemente pop. Me refiero a ese rock con prevalencia de la melodía, combinado con grandes armonías vocales e instrumentales y basado en ritmos normalmente sujetos al 4/4. En general, se trataba de composiciones que respetaban la estructura más tradicional de la canción popular, con una clara definición de las estrofas y los coros, estos casi siempre con los suficientes ganchos como para quedarse en la memoria de los escuchas.
Me refiero al rock que surgió tanto en la Gran Bretaña (la famosa Ola Inglesa) como en las dos costas de los Estados Unidos, con ciudades emblemáticas como San Francisco, Los Angeles y Nueva York.
Fueron los Beatles los principales representantes del género y tras de ellos vino un caudal de grupos y solistas que literalmente llenó de extraordinaria música la etapa que va de 1964 a 1971, aunque esta pueda ser una medida temporal arbitraria.
Escocia no fue la excepción de esta marea rock-popera y tuvo entre sus figuras más representativas a The Incredible String Band y, muy especialmente, a Donovan Leitch, mejor conocido con el simple nombre de Donovan, a quien se llegó a considerar en sus inicios como el Bob Dylan británico, aunque más tarde consiguió un estilo propio que influiría en los músicos escoceses de las décadas posteriores y ejemplos de ello son Aztec Camera, Teenage Fan Club, Texas, Travis y, sobre todo, Belle & Sebastian y The Beta Band. En todos ellos la importancia de la melodía es esencial, más allá de que cada uno haya desarrollado un estilo particular.
Es de The Beta Band, formado en la ciudad de Edimburgo en 1996, que surgió Steve Mason, quien fungió como su vocalista y guitarrista principal. El sonido del grupo siempre fue heterodoxo, una mezcla de estilos al que llamaron folk hop y que incluye elementos del folk, el rock, el trip hop, la electrónica y la música experimental. En total sólo grabó tres álbumes en estudio (The Beta Band, 1999; Hot Shots II, 2001; Heroes to Zeros, 2004), hasta su disolución en 2005.
Mason siguió como solista, con un proyecto al que llamó King Biscuit Time, aunque sólo grabó un disco (Black Gold, 2006) sin mucha trascendencia. Más tarde repetiría la misma receta, esta vez bajo el nombre de Black Affaire y otra vez con un único y poco conocido larga duración (Pleasure Pressure Point, 2008). Fue hasta 2010 que decidió grabar con su nombre y fruto de ello fueron cuatro estupendos discos: Boys Outside, 2010; Ghosts Outside, 2011; Monkey Minds in the Devil’s Time, 2013 y Meet the Humans, 2016. Tres años después, ya en pleno 2019, Steve Mason ha regresado con un gran trabajo discográfico: About the Light, distribuido por Domino Records.
Nos encontramos ante una obra que reivindica a plenitud el rock pop en la mejor de sus expresiones. Mientras sus cuatro álbumes previos contienen ese ánimo por la experimentación que tan caro fue a The Beta Band, About the Light es mucho más vivo y orgánico, en especial porque fue grabado con todos los músicos tocando al mismo tiempo como un verdadero conjunto de instrumentistas.
Producido por Stephen Street, quien ha trabajado para Morrissey, Blur y los Cranberries, el álbum está lleno de frescura, espontaneidad y una energía muy especial, casi me atrevería a decir que sesentera, aunque eso no significa que suene anticuado o, para decirlo en lenguaje milenialista, vintage. Por el contrario, la producción es pulcra, limpia, pero sin sonar pasteurizada o con esa perfección tan propia de lo que hoy se denomina como música pop y que tan alejada se encuentra del rock pop primigenio. No hay en la grabación abuso alguno de las actuales herramientas de estudio y eso es lo que permite que Mason y sus acompañantes se escuchen tan auténticos y sinceros.
Cierto que hay por ahí el uso de sintetizadores, pero es un uso más bien discreto y que queda por debajo de las guitarras, las baterías, los instrumentos de aliento (metales reales), los coros femeninos y, por supuesto, la cálida y expresiva voz del solista.
De ese modo, nos encontramos con canciones como la abridora y sensacionalmente explosiva y pantanera “America Is Your Boyfriend” (una crítica irónica a la relación entre Gran Bretaña y los Estados Unidos); la íntima y entrañable “Rocket”; la muy sesentera (hay algo de The Byrds, aunque también de R.E.M., en esas punteadas guitarras jangle) “No Clue”; la homónima y brillantemente rockera (alguien ha dicho que encajaría perfectamente en el Exile on Main Street de los Rolling Stones) “About the Light”, con su irresistible y repetida frase “Get out your life and go home”; la extraordinaria e intrincada “Fox on the Rooftop” (a mi modo de ver el mejor corte del disco, una composición exquisita y misteriosa, de una finura estrepitosa).
Con “Stars Around My Heart” sobreviene un cambio rítmico más acelerado para otra gran pieza, con un fantástico riff y un arreglo de metales estupendo; “Spanish Brigade” es otro corte lleno de encanto rock-popero, mientras que con “Don't Know Where?” surge una atmósfera más meditativa y nostálgica de enorme belleza.
About the Light concluye con dos grandes composiciones de Mason: primeramente, la bodiddleyana y pop-bluesera (si se me permite el término) “Walking Away from Love”, un tema en verdad sensacional, con diversos cambios de atmósfera y hasta de género, aunque la irresistible guitarra à la Bo Diddley es lo predominante. La culminación del plato llega con “The End”, casi un himno que lleva al álbum a un crescendo previo a su brillante final.
Parece claro que Steve Mason disfrutó al hacer este disco y lo transmite de la mejor manera. Atrás quedaron los días en que el músico paso por duros periodos de depresión y de fracasos personales y profesionales. Hoy, el escocés puede decir que las cosas, en su vida y en su carrera, giran acerca de la luz.
(Reseña mía, publicada el día de hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)
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