Leer las diversas, extremas, contradictorias, alentadoras, pesimistas. aterradoras, esperanzadoras opiniones e informaciones acerca de la pandemia del coronavirus no ayuda a la estabilidad emocional. Estamos viviendo momentos de miedo y tensión que sólo podrían compararse con lo que se vivió a principios de los años sesenta, cuando se dio la crisis de los misiles entre los Estados Unidos y la Unión Soviética por causa de Cuba y el mundo estuvo cerca de ser víctima de una guerra nuclear.
No sé si lo de hoy es mayor o menor. Pero el miedo está ahí de nueva cuenta. Un miedo alimentado por la incertidumbre y por una paradójica mezcla de desinformación y exceso de información. ¿Qué es lo que se nos viene en los próximos días, en las próximas semanas, en los próximos meses? ¿Morirá tanta gente como pronostican los agoreros del desastre? ¿Resultará al final que las cosas fueron graves pero no de la manera como se nos ha manejado en los medios de comunicación?
Uno está aquí, en un semi encierro casero, esperando ser útil con eso para que el contagio del Covid-19 no sea tan grande o tan rápido. La Organización Mundial de la Salud por un lado dice que las autoridades sanitarias en México han venido actuando bien, pero otros especialistas dicen precisamente lo contrario. López Obrador le quita importancia a la epidemia y dice que no es para tanto y que estamos preparados para hacerle frente, pero la jefa de gobierno de la Ciudad de México hizo que a partir de hoy cierren iglesias, cines, teatros y otros lugares de reunión. No hay escuelas, los restaurantes están vacíos, en las calles hay mucho menos movimiento, pero la gente luce más o menos tranquila, como si aquí no pudiera suceder lo que pasó en China e Irán o lo que está pasando en Italia y España. ¿Estamos a salvo de esas tragedias o se nos viene una peor?
Todo eso para no hablar de la economía nacional y mundial que según todos los pronósticos va en franca y vertiginosa picada hacia la recesión.
Incertidumbre, esa es hoy la palabra del juego. And i don't feel good.
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