No entiendo por qué hay gente que se sorprende de mi desconocimiento de la vida y obra de Camilo Sesto. Hay música que sé que existe pero que, como nunca me llamó la atención, simplemente la bloquee auditivamente de mi vida desde que era adolescente. Poseo una extraña habilidad para no escuchar a multitud de cantantes cuando uso un microbús o cuando voy por la calle. Sin que me lo proponga, mi mente se va por otros rumbos y no se fija en dichas canciones. Las ignora por completo. Es como un mecanismo de defensa de mi cerebro que desarrollé a lo largo de los años y que me permite ignorar la música que no me interesa. Por eso no me sé las canciones de Yuri, Daniela Romo, Dulce, Manoella Torres y un sinfín de intérpretes más. Tampoco me sé las letras de las de José José, Juan Gabriel o José Alfredo, por mencionar a tres hitos y mitos de la canción popular mexicana (en cambio sí conozco las de Cri-Cri y muchas de Chava Flores que me encantan). He ido a fiestas y reuniones en las que de pronto los asistentes se ponen a cantar un montón de canciones y se las saben de pe a pa, mientras que yo no tengo la menor idea de una sola línea. Quizá soy una especie de ermitaño de la música nacional (incluido el rock), pero de verdad no se trata de pose o de clasismo: sencillamente nunca me fijé en ellas y no me las sé. No forman parte de mi acervo, tampoco de mi educación sentimental. Por increíble que les pueda parecer a muchos.
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