lunes, 11 de mayo de 2009

"México degradado"


Esa es la cabeza que ostenta esta semana la portada de la revista Proceso (alguna vez ejemplo del mejor periodismo y hoy convertida en una lastimera publicación maniquea y panfletaria). A ese titular lo acompaña una foto de Carlos Ahumada, lo que me hace preguntar si es México el que está degradado o lo son su clase política y algunos pocos sectores de la sociedad. Porque si bien es cierto que hay segmentos minoritarios de la población que transpiran un odio palpable, encuentro en la mayoría de la gente otra actitud mucho más positiva, a pesar de las crisis de toda índole que vivimos. No veo odio o rencor en los ojos de la cajera del supermercado o del señor que me vende queso o en el conductor del taxi que tomé la semana pasada. Tampoco en la señorita que me atiende en el banco, en mis amigos o en mis familiares. México no está degradado. Lo están quienes desde su frustración muchas veces revanchista lanzan insultos a diestra y siniestra y cambian el diálogo y la argumentación sustantiva por el denuesto y el monólogo lleno de adjetivos descalificativos. Por fortuna, el virus del odio no ha incubado en la mayor parte de quienes habitamos en este país.

4 comentarios:

Roberto Zúñiga dijo...

Excelente y breve reflexión, que comparto plenamente.

PerroZombie dijo...

Por momentos me unó a tan noble idea, sin embargo por momentos parece que la hermandad entre los sujetos pertenecientes a un lugar se pierde (y ya ni mencionar a la humanidad que en teoría provenimos del mismo origen teologicamente hablando). Quizá no haya odio en la familia, no se encuentre tampoco en la dependiente que nos vende las proviciones o en la señora que amablemente limpia la oficina todos los días.
Tampoco es probable que la infección del virus del odio haya provocado el mismo efecto en todos; sin embargo como bien lo señalaste, basta con echar un vistazo en las relaciones políticas de nuestro país y mirar como los amarillos le tiran con todo a los azules, y éstos a su vez le dan con todo a los verdes en la primera oportunidad y así, hasta que todo se vuelve una campal de todos los olores, colores y sabores burocráticos.

Por otra parte, al irse incrementando la cadena de relaciones sociales crece proporcionalmente la tensión. De momento no sé si haya algún sociólogo o filosofo que sostenga esta hipótesis, pero basta con darse una vuelta por cualquier avenida congestionada y ver el comportamiento de los microbuseros que al sentirse dueños del asfalto, proyectan sus unidades como lo hicieran los kamikazes en la Segunda Guerra Mundial, o ahora las madres de familia que al ver a uno con el pelo largo y ahora estornudando en la calle, quieren aventarle a la primer patrulla que pase por el lugar.

En fin podrían ser muchos lo ejemplos y como te comenté al principio, por momentos me creó la idea de que no todo mundo ha llegado a la efervescencia de la histeria; no obstante, las condiciones de nuestra vida en tan caótica ciudad lo hacen ver y sentir de otra forma.

Amaury Estrada Ramírez dijo...

Te cito a ti mismo en esta misma entrada: "México no está degradado. Lo están quienes desde su frustración muchas veces revanchista lanzan insultos a diestra y siniestra y cambian el diálogo y la argumentación sustantiva por el denuesto y el monólogo lleno de adjetivos descalificativos" Ahora te vuelvo a citar pero lineas más arriba, donde comienza tu texto: "Proceso (alguna vez ejemplo del mejor periodismo y hoy convertida en una lastimera publicación maniquea y panfletaria)".
Nómás me resta preguntarte... ¿pues qué hora tienes?, no vendes mangos.

Hugo García Michel dijo...

Tienes razón, Amaury. Lo noté desde que lo escribí. No expliqué por qué considero a Proceso como una revista maniquea y panfletaria y con ello contradigo mi conclusión. Lo corrijo: maniquea, porque en su afán por ser una publicación opositora a ultranza ha terminado por medir a la realidad en dos colores, el blanco y el negro, sin matiz alguno. Panfletaria, porque desde las elecciones de 2006 decidió aliarse al pejismo y convertirse en un medio propagandístico, al igual que el diario La Jornada. Tan tan.