jueves, 4 de febrero de 2010

Jorge Ayala Blanco de la A la Z*


A punto de llegar a los sesenta años de edad y recién cumplidos treinta y nueve de haber publicado su primer texto, el crítico de cine más polémico del país responde el siguiente cuestionario alfabético.

Autor de diecisiete libros (el más reciente, La fugacidad del cine mexicano) y colaborador actual de la sección de cultura del diario El Financiero, Jorge Ayala Blanco se dedica a la crítica de cine "desde el 20 de enero de 1963". Nacido en Coyoacán, D.F., el 25 de enero de 1942, es hijo de "una ex niña popis del Colegio Teresiano que se llamaba Carmen Blanco" y de Leopoldo Ayala, quien "se educó con los curas, fue secretario de Joaquín Arcadio Pagaza y fundó una escuela secundaria humanista al estilo antiguo, porque creía en 'la enseñanza democrática a través del latín y del griego'. Era un latinista bastante excepcional, aunque desgraciadamente no lo conocí: murió cuando yo tenía ocho años".
Pocos lo saben, pero Ayala Blanco estudió Ingeniería Química en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y Lengua Francesa en el Instituto Francés de América Latina (IFAL). A los dieciocho años dirigió el cine club del IPN y en 1965 recibió la beca del Centro Mexicano de Escritores ("gracias a la cual dejé la ingeniería química y me dediqué a escribir"), donde tuvo como maestros a Juan Rulfo, Juan José Arreola y Francisco Monterde. Fue ahí donde escribió su primer libro alfabético sobre la cinematografía nacional: La aventura del cine mexicano. Para entonces ya había iniciado su labor docente como profesor en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), a donde ingresó en 1964 ("acudí para inscribirme como alumno y me la dieron de maestro") y del cual es hoy profesor decano e investigador.

Ayala Blanco de la A a la Z
-Amores perros. Película fascista-moral de gran éxito. Película abominable. Película apantallapendejos que evidentemente abrió brecha. Es una película con un marketing casi tan feroz como el de las películas norteamericanas y el principio de la grandilocuencia del cine mexicano. Todo mundo cree que es el inicio de un nuevo cine mexicano, cuando en realidad es la culminación de la vieja truculencia del cine mexicano.
-Buñuel (Luis). Relación amor-odio de toda la vida. Sus películas me gustan por épocas y las detesto también por épocas. Ensayo de un crimen me parece uno de los bodrios más asquerosos que he visto en mi vida, sobre todo después de leer la novela de Rodolfo Usigli. Sin embargo, Nazarín me resulta fascinante. Creo que las películas a la española de Buñuel son las mejores, en realidad siempre fue un gachupa. Lo conocí personalmente. Era un tipo rarísimo que caminaba en un pedestal pero en el fondo se burlaba de su propia gente. A nadie detestaba más que a los rieras y a los péreztourrents que le lamían las patas todos los días. Tenía un sentido del humor envidiable. Él era todos sus personajes: tan celoso como Arturo de Córdoba en Él, tan rabioso como el ciego de Los Olvidados. Se sentía muy frustrado sexualmente porque las mujeres más bellas de México, que eran las actrices del cine mexicano, todas ellas se le habían lanzado y ninguna había logrado nada con él (¡imagínate a Lilia Prado, a Miroslava!). A la única que se tiró fue a Jeanne Moreau... que era lesbiana.
-Crítica. La crítica de cine es una delicia, un ejercicio, un juego. Cada película te lanza un desafío y lo tratas de responder con la crítica. Es una sed de conocimiento. Es intentar el máximo rigor con el máximo de juego. Es lo más impreciso y lo más preciso.
-Director. Yo creo que finalmente la teoría del cine de autor se sostiene. El verdadero autor de una película es el que le da sentido y ése es el realizador. El guión, por perfecto que sea, no garantiza una buena cinta. Es la visualización y es el manejo estructural lo que produce una buena cinta. Simplemente, la manera como se resuelve una secuencia sólo la puede dar quien concibe plástica y dramáticamente todos los discursos de la película. El director es la figura clave de una película.
-Época de oro del cine mexicano. Cuando escribí La aventura del cine mexicano, que es la primera revisión de la época de oro del cine mexicano, nadie hablaba de tal "epoca de oro". Es un término que empezó a usarse a finales de los sesenta. Se trataba más bien de la idealización de los jóvenes cineastas echeverristas hacia el cine del pasado (que nunca pudieron superar, por supuesto). Nadie sabe fechar la época de oro del cine mexicano. Yo la fecharía más o menos del final del cardenismo al final de alemanismo, es decir, del 39 al 52. ¿Qué pasó en esa época? Ante todo, surgió una súper industria que se dio el lujo de ser imperialista en América Latina y que impuso una serie de estereotipos que se llamaban estrellas y que eran excelentes además. Había un enorme talento de gente extraordinariamente ignorante. Un policía como Roberto Gavaldón que hacía las películas más exquisitas o un bailarín folclórico como Emilio "El Indio" Fernández o panaderos como los Rodríguez que compraron equipos de sonido. Gente que venía de las actividades más inopinadas, sin formación académica alguna, y sin embargo, hacián películas con una intuición impresionante, como Alejandro Galindo. Claro que también había quienes tenían una formación cultural, como Fernando de Fuentes o la gente que escribía los guiones: Xavier Villaurrutia, Mauricio Magdaleno, etcétera. Aunque los mejores eran Pedro de Urdimalas y los que recogían el lenguaje popular. La epoca de oro del cine mexicano es inagotable para mí, siempre descubro nuevas películas. Mi película emblemática de la época clásica es Los hermanos del Hierro de Ismael Rodríguez, a pesar de que llegó tarde en términos cronológicos, pues es de 1961.
-Fugacidad. Término tomado de la Ingeniería Química. Muchos me preguntan que de dónde saqué un título tan poético para mi libro más reciente (La fugacidad del cine mexicano, Grijalvo, 2001), cuando lo saqué de mi antigua profesión. Se trata de un fenómeno que se da en cierto tipo de reacciones químicas. La palabra fugacidad me gustó porque siempre elijo un término que te da la idea de lo que quiere ser el cine mexicano y no logra serlo, lo que deseamos ser y lo que somos, y precisamente fueron películas, las de los noventa, que quisieron permanecer y, sin embargo, fueron películas fugaces, películas que la gente no veía. También es la idea de que el cine se nos fugó, se esfumó, se volvió volátil. La industria misma desapareció.
-García Riera (Emilio). Un pobre tipo. Dedicó toda su vida a ver el cine mexicano y nunca supo que buscaba en él. Un falso analista que lo único que hacía era fichas. Incapaz de tener un mínimo método de juicio. Incluso ya en sus últimos libros, el hecho de autocastrarlos, de hacer ediciones expurgadas. Eso me parece lo peor que le puede suceder a un ser humano: autocastrarse. Pero finalmente lo merece la historia oficial del cine mexicano... escrita por él mismo.
-Hollywood. Relación de amor-amor. Sin duda el gran Hollywood sigue siendo un referente. Descubrir la manera de entretener a la gente en todos los niveles. Puedes ver las películas de Hollywood incluso como melcochas, como el melodrama en todas sus formas, sea aventurero, sea romántico, sea cómico y, sin embargo, lo puedes rascar por otras partes y las películas tienen un nivel de reflexión sobre la sociedad norteamericana muy por encima de los datos externos. La maravilla de poder hacer que una obra se comunique con todo el mundo por ser lo suficientemente ligera, agradable y amena y, al mismo tiempo, interesar a la gente que busca una mayor conceptualización. Por ejemplo, Frank Capra y Qué bello es vivir. Es un ensayo filosófico sobre el individualismo en la sociedad norteamericana. Como ningín filósofo lo ha podido hacer. Hollywood es una bella nostalgia, aunque lo que actualmente estamos viviendo es el posthollywood y ésa es otra cosa.
-Ironía. Quien la ha definido de manera formidable es Yakelevich: "Ironía es decir las cosas que detestamos como si realmente creyéramos en ellas". Sin ironía y sin humor la vida sería imposible de ser vivida. El horror de la cultura mexicana es la falta de humor. No hay ironía en Octavio Paz. La hay en cambio en Alfonso Reyes, cuando menos en las cosas que no publicaba que eran fascinantes. La ironía es un arma ofensiva y defensiva. Es una fuga y un encuentro. Es esa posibilidad de descubrir la contradicción de todo lo viviente. Es la mejor forma de referirse a todo lo que existe. La idea de que cuando éramos jóvenes creíamos que nuestra vida iba a ser una epopeya de la inteligencia y se convirtió en una farsa de la impotencia. Esa es la peor ironía de la Tierra.
-Jorge Ayala Blanco. Me veo como una sed de conocimiento cinematográfico. Eso me mantiene vivo y alegre. La posibilidad de siempre renovarme por medio de las películas. El mejor obsequio que me hizo la vida fue regalarme toda la historia del cine mexicano y que a los veintitrés años pudiera yo escribir un libro definitivo sobre ello.
-Kane (El ciudadano). La película que trató de ser destruida y que le costó la carrera a Orson Welles. Sin embargo, no pudo ser destruida, lo que sí sucedió al otro Ciudadado Kane que le destruyeron a Michael Cimino: Las puertas del cielo (1980) que es la gran película del cine norteamericano, el verdadero Nacimiento de una nación que duró dos días en cartelera y la retiraron, porque es la película más detonante, lo que sigue de El ciudadano Kane, la revisión de la historia del Oeste norteamericano como la imposición de una minoría de poder en contra de todas las minorías, el exterminio de los inmigrantes por los dueños de los grandes pastizales de Wyoming. Es un prodigio: el nuevo Ciudadano Kane que fue destruido. esa es la verdadera K.
-Lacras. La gran lacra del cine nacional es la cultura oficial. Todos los descendientes de los garcíarieras, los castrados que se sienten críticos de cine y en realidad son promotores y todavía son dueños de las escuelas de cine como el CCC o del festival de Guadalajara, incrustados de por vida en el Imcine, etcétera. Otra lacra es la existencia de un cine gubernamental. La función del Estado no es hacer películas sino crear las condiciones para que sean redituables. Con lo cual tendrían que sacar al cine del Tratado de Libre Comercio (TLC). Que el cine deje de ser un servicio y empiece a ser de nuevo una industria, cosa que no se logrará hasta que no se salga del TLC que nos regaló Salinitas.
-Maestro. Vampiro. Yo vampirizo a todos los jóvenes. Las treinta y ocho generaciones que he conocido en el CUEC y las mil generaciones que he conocido en otros lugares son una experiencia invaluable. Empecé a ser maestro por accidente. Fui a pedirla como alumno y me la dieron como maestro. En 1964, fui al CUEC con Pepe de la Colina -uno de mis más acérrimos ex amigos-, quien era maestro del Centro. Me llevó a preguntar qué se necesitaba para entrar como alumno. En ese entonces yo ya estaba publicando crítica de cine, ya tenía la idea de escribir La aventura del cine mexicano. Pepe era miembro del consejo técnico de la escuela y ahí fue propuesta Nancy Cárdenas para que diera clases en el CUEC. Pepe la detestaba porque no se las había dado. Pero, ¿cómo se las iba a dar si era lesbiana? Además, no tenía por qué dárselas. La odiaban él y Riera, gratuitamente. Entonces Pepe me propuso como maestro y entré para que no entrara Nancy Cárdenas. Yo me enteré de esto muchísimos años después, por supuesto. Si no, no hubiera permitido eso. Yo apreciaba mucho a Nancy. Tenía más tanates que todos aquellos. Fue la primera mujer que se declaró lesbiana públicamente. Admirable mujer, con un enorme talento teatral. Desgraciadamente, entré de esa manera al CUEC. Empecé a dar clases y me gustó. Cuando todo el mundo salió huyendo en el año 68, yo me quedé, hasta convertirme en el maestro decano del CUEC. Hoy doy clases de Historia del lenguaje cinematográfico, Análisis cinematográfico y Análisis de estilo cinematográfico, además de hacer investigaciones, lo cual me permite ser miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1988.
-Nuevo cine mexicano. Un invento sexenal, ¡pero desde hace seis o siete sexenios! He conocido siete "nuevos cines mexicanos", uno por sexenio. Es una ridiculez y además es una crueldad, porque la gente cree que en verdad existe un nuevo cine mexicano y los cándidos adolescentes creen que van a llegar a ser Poncho Cuarón. No quieren ser como Poncho Cuarón..., ¡quieren ser Poncho Cuarón! (quien lo único que quiere es dejar de hacer cine norteamericano para hacer películas en México). Es patético hablar de "nuevo" cine mexicano en el peor momento del cine mexicano.
-Oficialismo. Fascinación y fobia visceral. Es fascinante ver todas las deformaciones que puede tener una cultura hecha por capricho de funcionarios, con todas las posibilidades de la deformación. ¿Puede haber algo tan aberrante como hacer la apología del peor vendepatrias de la historia de México? Hacer una película para reivindicar a Antonio López de Santa Anna. No es posible. Solamente la cultura oficial puede hacer eso. ¿Qué ha tenido que pasar para que se llegue a eso, o para que un retrasado mental pueda hacer películas como Otaola o la república del exilio de Raúl Busteros? ¿Cómo es posible que existan películas oficiales como De piel de víbora de Marcela Fernández? ¿Qué es lo que sostiene todo eso? La cultura oficial, la aberración pura, pero eso sí: una aberración muuuy diversificada.
-Público. A veces comparto la idea de que el público de cine nunca se equivoca. La gente tiene buen instinto, aunque cae en todas las trampas. Yo nunca he dejado de sentirme parte del público. Una buena disciplina es ver siempre al cine como público. La cartelera ofrece al público una película como El señor de los anillos: ¡el tedio puro! Mercadotecnia que se acaba en quince minutos. Lo demás son persecusiones babosas. Te da lo mismo que sean elfos o euros o lo que sea. Ese es el público que cae y se deja manipular. El público es la máxima inteligencia y la máxima estupidez al mismo tiempo.
-Quimeras. La quimera del cine mexicano es querer abarcarlo todo en una sola película. Desconocer lo que realmente es la grandeza humana y confundirlo con la grandilocuencia. La grandilocuencia es la gran enfermedad en toda la historia del cine mexicano, desde María Candelaria hasta Crónica de un desayuno.
-Ripstein (Arturo). Desgraciadamente, ya no puedo contrademandarlo. Ya pasaron los diez años. Podía haberlo contrademandado por daños y perjuicios. Por supuesto no lo haría, sería entrar a su propio juego. Él es el fascista, yo me abstengo. Pero le estaré eternamente agradecido porque me regaló una enorme cantidad de amigos en el año 91. Él fue quien hizo el ridículo y finalmente cada vez sus películas son más decrépitas y me dan la razón, aunque sea el heredero de todo el cine oficial. El cine de Ripstein existirá mientras haya burócratas que crean en él y le laman las patas.
-Salas de cine. Añoranza pura. Las viejas salas eran verdaderas catedrales. Las maravillosas salas que yo conocí de niño, sí las añoro y no sé por qué se destruyeron. La última que queda es la obra maestra del art decó arquitectural mexicano que es el cine Teresa, hoy una sala porno. Recuerdo las salas de mi barrio, de la colonia Santa María, como el Majestic chico y el Majestic grande. La clase media iba al Majestic grande y los niños teníamos prohibido ir al Majestic chico porque iban las sirvientas, quienes en el intermedio bailaban. Daban tres películas mexicanas y se bailaba en el cine. Era fascinante. La gente iba a vivir al cine, se emperifollaba como si fuera a la ópera pero iba al cine (o iba al cine Ópera, por supuesto). Salas maravillosas que ya desaparecieron, como aquellos grandes jacalones que venían desde los años veinte, como el Monumental o el Odeón, todas esas grandes salas que eran los grandes lujos de una época. Parecían imposibles de llenar y se llenaban. O las salas kitsch como el cine Cairo que al entrar lo primero que encontrabas eran sarcógafos o el cine Isabel, en Santa María la Redonda, a donde iban todas las prostitutas con sus padrotes. Era genial. Todo eso ya no existe. Las salas se han vuelto multiplex trasnacionales que son como mall movies. La gente va al mall y se mete a ver una película como consumir cualquier otro producto de plástico.
-Truffaut (François). Es el genio de la ternura. Me pareció abominable en una época de mi vida. Pero he vuelto a ver sus películas y son maravillosas. Las dos inglesas y el continente, La mujer de al lado y La historia de Adelle H. son de una profundidad y de una inteligencia que obviamente no tienen las películas que nos deslumbraban al principio, como la cursilería de Jules y Jim o La piel suave que es la cosa más sangrona de la Tierra. Algunas de sus obras son sensacionales. El niño salvaje es casi Herzog. Creo que murió en su mejor momento.
-Universidad. Haber estudiado en el Poli me parece formidable, porque me dio un extraordinario rigor y me permitió evitar el rollerismo universitario. ¿Qué se estudia en la Universidad? Todo y nada. Aprenden lenguajes esotéricos que parecen comunicación. Algunas veces fui de oyente a la UNAM y me pareció que los maestros eran unos farsantes, tomadores de clase, dictadores de bibliografías. Finalmenmte se iban a limar las uñas, mientras los alumnos daban la clase. En el Poli estaba acostumbrado a otra cosa. Ahí, si no sabías te callabas. A la semana siguiente regresabas y ahora sí sabías, porque te habías pasado toda la semana investigando. Era otra actitud.
-Video. Se creyó en un momento que iba a ser el sida del cine y se convirtió en la mejor forma de perpetuarlo. La posibilidad de tener en casa dos mil películas en cassettes de ocho horas y volver a verlas cuando se me pegue la gana, me parece formidable. En los años cincuenta o sesenta, añorábamos la posibilidad de tener una biblioteca de películas. Ya la podemos tener y eso es maravilloso. Además, la enseñanza del cine se revolucionó totalmente gracias al video. Es uno de mis grandes placeres y una de mis grandes manías... y claro: diga sí a la piratería. El video pirata es uno de los grandes descubrimientos de la economía mexicana.
-Woody Allen. El más grande masoquista de la historia del cine. Gran profeta del fracaso. Un cineasta extraordinaraimente inventivo. Crea un nuevo lenguaje cinematográfico en cada filme. Me hacen reír más sus primeras películas, pero me gustan más las últimas... y me quedo con La rosa púrpura del Cairo.
-Ximena y Camila. Mi hija y mi nieta, quienes representan para mí la posibilidad de volver a ser niño sin dejar de tener mi edad.
-Yoyes (La). La peor película oportunista que he visto en mi vida. Está dirigida por una catalana de nombre Helena Taberna. Trata sobre la posibilidad abortada de una mujer que quiere reinsertarse en la vida social después de haber sido etarra. Es la cinta más abominable, políticamente hablando, que he visto.
-Zeta. Pienso llegar a la zeta en mi serie del cine mexicano. Me va a costar trabajo darle el título, porque hasta ahora han sido femeninos y me gustaría ponerle El zapatazo del cine mexicano.

*Artículo aparecido en la revista Milenio Semanal a principios del año 2000. Hoy Jorge Ayala Blanco esta por cumplir sesenta y ocho años de edad y cuarenta y siete de haber publicado su primer texto.

1 comentario:

Su Satánica Majestad dijo...

No has cambiado mucho físicamente, Hugo, y eso deberías agradecerlo. Aunque creo que te verías mejor ahora si te cortaras el cabello como lo tenías en esa foto, en ella te ves bastante más jovial.