Monsiváis en Chanoc. |
Ya desde ahí se veía la estrecha relación que habría a lo largo de las siguientes décadas entre Carlos Monsiváis y la cultura popular de nuestro país. Pocos años después, comencé a leerlo en el inolvidable suplemento La cultura en México de la revista Siempre! que dirigía don José Pagés Llergo y en el que la sección “Por mi madre, bohemios” se volvió lectura obligada por su ácido sentido del humor.
A principios de los setenta, vino sin embargo mi primer desencuentro como lector con Monsiváis, cuando al escribir sobre el festival de Avándaro nos llamó a los jóvenes de aquella época, con un dejo de sorna y desprecio, “la primera generación de norteamericanos nacidos en México”. Desde entonces fue claro que la relación entre el rock y el Monsi nunca sería del todo buena.
Dicen que todos tenemos una anécdota con Carlos Monsiváis y yo tengo la mía. Sucedió en 1994. En la revista La Mosca en la Pared publicábamos en portada un letrero que advertía “en este número no escribe Carlos Monsiváis”. Un día, Carlos me llamó para decirme que ya que usábamos su nombre, de una vez le encargara un artículo. Lo pensé, accedí, pero en esos días la revista dejó de salir temporalmente y nunca se concretó el asunto, aun cuando La Mosca regresó a mediados de 1996 y por un tiempo seguimos sacando el aviso. Fue la única vez que crucé palabras con Monsiváis.
Hoy que se ha ido, no queda más que lamentar con incredulidad su ausencia.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara hüngara" de Milenio Diario.
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