sábado, 12 de marzo de 2011
Presunto desmadre*
Uno quisiera pensar que se trata ya de un final feliz, como de convencional película hollywoodense. Los buenos ganaron, los malos perdieron y el público salió muy satisfecho de la sala cinematográfica. Lo mismo pasó en el caso de Carmen Aristegui y su peculiar happy ending. No habría por qué buscarle más aristas a estos asuntos. Tendríamos todos que sentirnos felices ante estas grandes victorias de la corrección política. Las nuevas buenas conciencias pueden dormir tranquilas, aunque siempre deberán mantenerse alertas ante la menor amenaza contra el status quo del pensamiento progre.
Tal vez me guste meterme en camisa de once varas, pero a pesar de la alegre conclusión que está teniendo el caso de Presunto culpable, aún hay cosas que no dejan de incomodarme. Por supuesto que me congratulo porque el documental pueda seguir en cartelera y difundirse con amplitud (¿para cuándo la versión en DVD?). Jamás estaré a favor de censura alguna a la libertad de expresión. Sin embargo, la manera como se manejaron las cosas en algunos sectores de los medios de comunicación y de las redes sociales de internet me da cierta urticaria y no puedo dejar de sentir esas molestas ámpulas.
Creo que la más preocupante de ellas, la ampolla más amenazadora, es el perturbador fenómeno que significa el fortalecimiento cada vez más claro de ese Big Brother colectivo que han constituido muchos de los integrantes de las redes sociales, cuando se asumen como defensores de alguna causa que consideran justa. Con un maniqueísmo salvaje, alzan sus flamígeras espadas y las dirigen sin piedad en contra del enemigo en turno. No hay matiz que valga. Ellos son los buenos y tienen la misión divina de aniquilar a los malos.
Es el Santo Oficio virtual, la Santa Inquisición cibernética que obedece a una consigna y condena en juicio sumario a quien se le ponga enfrente. Ya demostró su incontrolable poder. Muchos le temen. ¿Hasta dónde será capaz de llegar en momentos realmente riesgosos?
Presunto desmadre el que se nos puede venir encima.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.
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