domingo, 25 de noviembre de 2012

Torreón, día 3

Anoche regresé de Torreón y puedo decir que fue un viaje que supero mis expectativas. Toda la gente me trató de maravilla, tuve todo tipo de atenciones, la pasé muy cómodo, no tuve el menor problema. Fui y vine con toda tranquilidad.
  En cuanto a ayer sábado, me levanté a las ocho y media y me fui al área de desayunos caros. Con una amabilísima atención de los meseros, tuve mesa privilegiada, desayuné -¡al fin!- muy rico y no me cobraron los cien pesos extras. Poco antes de las once pasó Paco por mí y dejé mi maleta encargada en recepción. La tercera y última sesión del curso (esta vez de once de la mañana a dos de la tarde) estuvo muy bien y creo que los alumnos quedaron muy contentos. Nos tomamos fotos, hubo abrazos y para culminar, toque con Deneb a la entrada de la biblioteca, en plena calle, antes unas cincuenta o sesenta personas (Prometeo dixit). Tocamos las cuatro piezas mías que ensayamos la noche del viernes y al final yo interpreté solo la de "Solicito una mujer" que gustó mucho. Luego Deneb toco un muy buen blues propio, cantado por Martha.
  Despedidas cordiales, nuevos abrazos, regalos y Prometeo me llevó a comer a un restaurante argentino muy bueno, donde confirmé que la carne de res de plano ya no es lo mío. Estaba muy bueno y sabroso el churrasco, pero ese tipo de carne tan fibroso me cuesta mucho trabajo. Obvio que se agradece la invitación. Al final se sentó con nosotros el dueño del lugar, Gregorio Muñoz, roquero de mi generación, columnista en el suplemento Siglo nuevo del diario El Siglo de Torreón y, claro, empresario restaurantero. Muy amable y cordial. Nos tomamos con él un anís seco con hielo.
  Salimos como a las seis y todavía pasamos a la plaza de armas de la ciudad, donde se llevaría a cabo un festival de rock y donde se quedó Prometeo (nos tomamos una foto final que aquí incluyo). Paco me llevó entonces al aeropuerto (me había hecho favor de pasar por mi maleta al Marriott) y luego de un rato de espera que aproveché para comprar un queso y algunos dulces regionales, abordé a tiempo el avioncito de Aeroméxico (chiquito y un tanto incómodo, pero rapidísimo) que en tan sólo una hora y diez minutos llegó al DF. Leve espera para desembarcar (había mucho tránsito aéreo ese noche) y por fin en un taxi del aeropuerto llegué al depto como a las once de la noche.
  Un gran viaje, sin duda. Ojalá el año próximo se pueda repetir la grata experiencia coahuilense.

1 comentario:

????? dijo...

Me da gusto que siga siendo tan vital como siempre.